Hoy hace un año que me dije a mí misma que sí, que ese ¿y si…? sólo podía tener una respuesta afirmativa. Hacía demasiado tiempo que me rondaba la mente pero siempre había algún obstáculo que me impedía avanzar. Hasta que un seis de junio, sin razón aparente, me di cuenta de que las escusas son sólo mentiras que nos decimos a nosotros mismos. Así que me animé, y así, nació YSIFLY.
¿Por qué? Hay muchas razones para ello, pero me quedo con tres:
- Escribir: me encanta escribir. Para mí un folio en blanco siempre ha sido vértigo y refugio. Los que somos de llevar la procesión por dentro, también acabamos por exteriorizar todo aquello que nos mueve y remueve; unos lo hacen en forma de canción, otros de rabia, los hay que con deporte… y para mí, siempre ha sido en forma de letras. Nunca he sido de poner palabras a mis sentimientos o de levantar la mano cuando me ha hecho falta; más bien de engañarme a mí misma y pensar que sola puedo con todo.
Por ello, el folio en blanco ha sido y es mi miedo a arrancar, porque cuando eres capaz de poner palabras a lo que te pasa por dentro, lo haces real. Y a su vez, es consuelo, porque significa ser capaz de poner orden a tu caos interno.
Y sin embargo, con todo lo que me gusta escribir… apenas lo hacía, o al menos, de forma constructiva (hubo una época incluso que llegué a escribir poesía!). Cuando nació YSIFLY, no tenía muy claro sobre qué iba a escribir, pero sí que sabía a ciencia cierta que quería obligarme a hacerlo. - Aprender: trabajo en marketing digital y me encanta lo que hago. Y, si tanto me gusta, es porque nunca dejas de aprender; porque en un mundo (léase sector) que avanza tan rápido, o corres o pierdes la partida. Tener mi propio blog me permitía tener mi as bajo la manga, ser la dueña de mi proyecto y ser yo quien marcara las reglas, sin tener que jugármela con el de un cliente o depender de herramientas o formaciones extra. Si me apetece probar algo nuevo, lo hago aquí. Y si la lío, soy la única perjudicada.
No le voy a quitar el mérito a YSIFLY de ser quien me ha enseñado a configurar un blog desde cero con su hosting, a utilizar Google Tag Manager, Google Data Studio… y otras cuestiones más aburridas con las que no me voy a entretener! - Tener una carta de presentación: en un principio, esperaba que YSIFLY fuera sólo un reflejo de mi identidad, a nivel profesional. A lo largo de este año, me he dado cuenta de que también es una extensión de mí y una forma de «desnudarme» ante los ojos de quien me lee.
Seré honesta. Como tantas otras veces, no confiaba en mí misma… a este blog, le daba tres meses de vida en el mejor de los casos. De hecho, cuando nació, no quería que nadie lo leyera. Sin ser una persona tímida, me sentía recelosa de abrir la puerta a que cualquiera pudiera entrar donde pocos antes habían llegado. Siempre lo he dicho, este blog nunca fue para nadie más que para mí misma, el lugar donde inmortalizar aquellos lugares, momentos o personas que me hicieron treméndamente feliz y que ahora forman parte de mí.
Es cierto que, con el paso del tiempo, los viajes han ido acaparando todas las portadas de YSIFLY y que a simple vista, puede parecer otro blog más de viajes. No lo es. De hecho, muchas veces me han sugerido que dé más detalles sobre qué ver en los lugares que visito o que hable de forma más objetiva de algún destino, para poder ayudar a personas que busquen información.
Lo siento, pero no lo haré.
Escribo sobre los lugares del mundo que se me clavan en la retina, porque en el lenguaje de los viajes es en el que me siento más cómoda y más yo. No descarto hablar sobre lo que me apetezca cuando me venga en gana, pero soy de describir sensaciones para que nunca se me olviden y, si sirven de algo al lector, que sea para evocar esos instantes que para mí, ya son imborrables.
Podría tener más visitas si hiciera caso a esos consejos, o si tuviera en cuenta los requisitos SEO que recomiendo a mis clientes o que las palabras clave no fueran sólo algo que se queda en horario de oficina. Pero no me sale, ni quiero que lo haga. Es más, sé de sobra que YSIFLY no es ni de lejos el mejor nombre que podía haber elegido, y que tiene un posicionamiento complicado y una pronunciación que baila entre dos lenguas. Pero YSIFLY es la respuesta a la pregunta que hace un tiempo decidí no volver a hacerme: ¿Y si…? suponía un límite a algo que no me había atrevido a hacer. Volar, es el estado de ánimo para quienes nos resistimos a echar raíces o poner los pies en el suelo. (¿Y todavía alguien se sorprende de que tenga tantas fotos con los pies en el cielo? 😉 ). ¿Y si… volamos? SÍ.
Este año que hoy se cumple, me ha cambiado más la vida de lo esperado y, por si no tenía suficientes ganas, YSIFLY me ha hecho las maletas para seguir comiéndome el mundo a bocados: hasta en 49 ocasiones durante 365 días, ¡un pedacito a la semana! (Guau, ni en mis mejores previsiones hubiera anticipado esto).
Digamos que China y una locura de viaje recorriendo Shanghai, Pekín y Hong Kong, fue quien me dio ese empujoncito que me faltaba: en parte porque buscando, jamás encontré cierta información que me hubiera gustado saber antes de ir y, en parte, por la cantidad de curiosidades que descubrí a medida que lo recorría.
Y también el recuerdo de un sueño cumplido en Tailandia que me pedía a gritos que rememorara cómo disfruté siendo mochilera por el reino del Siam y cómo, pude disfrutar de una experiencia increíble entre elefantes y desde el mayor respeto y cariño posibles a este animal (¡mi favorito!).
Ojalá hubiera viajado tanto este año como cuento en el blog, pero había destinos que aun siendo parte de mi memoria, necesitaban tener un huequito para la eternidad en forma de palabras. Por ejemplo Croacia y Bosnia que me maravillaron en el verano de 2016, o el centro de Europa que hizo lo propio el estío anterior. Aquellas dos fueron mis primeras grandes experiencias viajando sola y de las que aprendí 10 valiosas lecciones, que me dejaron uno de los post de los que más orgullosa me siento.
Otros lugares en cambio que formaban parte de mi memoria, han vuelto a reaparecer en el décimo aniversario de cuando los conocí y con la misma compañía: en diciembre volví a Holanda y Bélgica con ellos, una década después, con sus Brujas y su Haya, a rememorar que somos nosotros quienes escribimos nuestros cuentos.
Y, además, hay destinos que simplemente se vuelven especiales y que con sólo recordarlos, sonríes. Por ello, Lisboa y Roma no podían faltar este año y, aunque siempre me venga bien ver anochecer París, de momento he preferido dejar la capital del amor para más adelante.
No como con Oslo, que sin gustarme en absoluto, también la recuerdo con mucho cariño. O Zürich, a quien conocí para decirme que sólo es la antesala de todos los secretos que Suiza esconde, del mismo modo que le ocurre a Dublín con Irlanda. Y, aunque con Milán me esperaba algo similar, siempre defenderé que las expectativas no son buenas aliadas.
Pero he de decir, que este año lo recordaré siempre como aquel que terminé de enamorarme de Portugal por completo: a través de sus repúblicas en Coimbra, de sus colores en Aveiro o de su magia en Oporto. Es más, aunque volví a Lisboa por Eurovisión, no fui capaz de elegir mi ciudad lusa favorita.
De tanto recordar, hasta recordé, por qué Suecia siempre tendrá un lugar especial en mi corazoncito, pasen los años y los daños que pasen. Por qué, aquel Erasmus, me cambió más de lo que fui capaz de comprender en su día.
Aunque no he viajado tanto como me hubiera gustado (no me quejo, ojo), sí que he paliado esa pena con excursiones y rutas: los Ojos del diablo y el Faro del caballo, ambos en Cantabria, las Chorreras de Enguídanos en Cuenca, la Laguna rosa de Torrevieja, la Arboleda, el Bosque de Oma, Mugarra o la Costa de Bizkaia, los Búnkers del Carmel en Barcelona, La Covatilla en Salamanca o el Valle del Jerte en Extremadura. Mis ya conocidos planes domingueros 🙂
Además, cocinar se me dará fatal, pero probar sitios nuevos ¡me encanta! Tanto, que este año he querido compartir mis restaurantes favoritos de Bilbao y de Salamanca, lugar que me ha acogido este 2018 con los brazos abiertos y que me ha invitado a descubrir lo ancha que es Castilla (aunque a algún leonés le pese). Por no olvidar de la cita gastronómica más esperada del año, donde lo realmente importante, siempre es la compañía. Esa misma compañía que tampoco faltó a la otra gran cita del año, la casa rural de verano, este año, con rafting 🙂
A mis 27 primaveras, no les faltan ganas de comerse el mundo y, aunque ni yo misma apostaba por mí, hoy no puedo más que estar orgullosa de haber sido capaz de superar mis miedos, de tener un sí por respuesta, y de haberme comprometido en lo que creía. YSIFLY puede no significar nada para el mundo, nadie me recordará por ello ni será la prueba fehaciente de que algún día existí. Pero para mí es un refugio que esconde momentos, lugares y personas especiales y, el amuleto que me recuerda que los límites y las escusas, sólo existen si yo creo en ellos.
A este blog, espero, le quedan muchos kilómetros por delante y ya sea por tierra (en coche compartido, claro), mar o aire tengo claro que no habrán más ¿y si…? porque la respuesta siempre será sí. Y a mí, eso, me hace feliz y por ello YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada.
(*) Nota para el 6 de junio de 2019, ¿el post más leído de YSIFLY sigue siendo… Marina D’Or? (Es algo que jamás llegaré a comprender)
Si te pasa algo en la otra parte del mundo, ¡al menos que tengas la seguridad de que todo va a salir bien!
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Periodista especializada en Marketing Digital y Big Data y nómada empedernida por naturaleza: YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada
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