Este puente de diciembre, exprimimos Bélgica y Holanda en coche; un road trip de 6 días a través de sus rincones de cuento en el que volvimos a experimentar aquellas sensaciones de la primera vez:
Este viaje tenía todos los ingredientes para convertirse en una experiencia increíble. Volver, 10 años después, a idénticos destinos con las mismas personas. No fuimos todos los que éramos, pero éramos todos los que fuimos. Además, había un aliciente muy especial que redondeaba la experiencia: nos reencontrábamos con un buen amigo que, por motivos de trabajo, había cambiado allí su residencia hacía unos meses.
Estaba destinado a ser un viaje inolvidable. Y lo fue. Vaya que si lo fue.
No voy a detenerme en cada lugar que visitamos porque en mi lista de tareas pendientes, está dedicarle a cada uno de ellos, el protagonismo que se merece en un post propio. Sin embargo, sí que voy a describir cuáles fueron los rincones que recorrimos en coche por Bélgica y Holanda durante 6 días, una ruta muy accesible y recomendable. Hablamos de dos países en los que sólo su capital, nos dejaría con ganas de más.
Día 1 – Bruselas: llegamos en vuelo directo desde Bilbao a primera hora, por lo que pudimos saborear esta ciudad, durante prácticamente, todo el día. De hecho, con bastante calma: para ser el epicentro europeo se trata de una ciudad que agrupa todos sus «must» en el centro y que cumple con todos los requisitos de las grandes urbes, en un espacio relativamente reducido. Hablamos de la capital en la que se toman las mayores decisiones europeas y, que sin embargo, es la quinta ciudad belga en número de habitantes (por detrás de Amberes, Gante, Charleroi y Lieja).
En Bruselas, la vida (y sus muchos turistas) gira alrededor de la Grand Place: el que es, en mi opinión, su tesoro mejor guardado. En nuestra ruta en coche por ambos países, Bruselas es una parada obligatoria casi más por lo que representa que por lo que nos regala… lo que no resta, que esta pequeña ciudad sin nada que envidar a las grandes metrópolis, sea una perfecta primera parada para este viaje o un destino idóneo para una escapada de fin de semana.
Día 2 – Gante: había visitado este lugar hacía 10 años; década en la que muchos han intentado convencerme de que en una disputa entre esta ciudad y su vecina Brujas, Gante sería la vencedora. En su día no lo creí, pero a lo largo de los años, me hicieron dudar. Después de este viaje, me reafirmo en la belleza indiscutible y superioridad total de Brujas. Un lugar de leyenda sin rival.
Teniendo en cuenta esto, recomiendo hacer el recorrido en el siguiente orden: saborear primero Gante y dejar el gran postre para el final. El corazón histórico de Flandes nos traslada al medievo, una fusión de tradición y modernidad donde su mayor baza, es cómo se camufla en una perfecta armonía que da lugar a una ciudad de postal.
Día 2 – Brujas: un cuento donde comer perdices. De esos lugares que cuando te miran a los ojos, sabes que te han conquistado para siempre. De los que se te quedan grabados en la retina y con el que comparas cualquier otro rincón con atisbo de perfección. A sabiendas de lo grande que es el mundo y de todo lo que me queda por descubrir y, a riesgo de la disconformidad y discordia: creo que Brujas es uno de mis lugares favoritos del Planeta. Sin lugar a dudas.
Vuelvo a repetir que «somos sensaciones» y que nuestro recuerdo o impresión de un lugar, está más relacionado con momentos y sentimientos que nos produce que con su propia belleza. (¡Qué sería del mundo si a todos nos gustara lo mismo!¡ si todos viéramos igual!) En definitiva, no sé qué tiene Brujas, pero hace que me sienta diferente. Tal vez, sea magia.
Nuestro road trip de 6 días, tuvo como base de operaciones un pequeñito pueblo de Holanda del que os hablaré a continuación. Sin él, supongo que la ruta hubiera cambiado y en Bélgica hubiéramos tratado de añadir Amberes a nuestro planning.
Día 3 – Vlissingen (Flesinga): el lugar que ha querido «arrebatarnos» a nuestro amigo y, donde una colonia murciana, está comenzando a conquistar Holanda a través de su industria. Nos alojamos en este pequeño pueblo al Sur de los Países Bajos durante tres noches, y desde aquí, partimos hacia las diferentes visitas: algo que nos vino más que bien porque está situado en el centro de la ruta, a una distancia máxima de 2 horas de cada enclave.
Tener la ocasión de visitar este rincón holandés que, de otra forma, hubiera pasado desapercibido, fue una gran oportunidad para tener una primera toma de contacto con la auténtica Holanda; la que no está llena de turistas ni aparece en las guías de viaje, pero donde realmente, ves la esencia de un lugar y sus gentes. Vlissingen, o los pueblos aledaños que visitamos y de los que apenas recuerdo el nombre aparte de Middelburg, nos acogieron y nos invitaron a re-descubrirlos en verano; la época en la que prometen lucirse en todo su esplendor: grandes playas, apartamentos y hoteles con vistas al mar… y la promesa de muchos visitantes de acercarse a la ciudad que esconde uno de los puertos más importantes de Europa.
Día 4 – Rotterdam: me dejó fría. Equidistante. Probablemente, porque en este road trip de cuento, Rotterdam nos llevó al futuro más inmediato, y nos plantó la realidad frente a nosotros; una realidad de edificios altos, gente de negocios y diseño vanguardista. Diseño y arte dibujan el skyline de una ciudad que ha desbancado a Ámsterdam en muchos aspectos, y que por tanto, se merece una visita en este viaje: tiene nada más y nada menos que el segundo mayor puerto del mundo. Juzguen ustedes mismos.
Día 4 – Delft: mi gran sorpresa de este viaje. No conocía esta ciudad ni había oído hablar de ella apenas y, de hecho, estuvimos apunto de saltárnosla (lo que hubiera sido un craso error). Delft es otra ciudad de cuento pero de una época diferente a Brujas; si allí hablábamos de príncipes y princesas, aquí nos trasladamos a una historia más pintoresca y bohemia, protagonizada por distintos artistas.
No hay un gran monumento que ver (aparte, obviamente, de su plaza Markt) sino que cada calle, es monumental a su medida: canales por los que pasear y soñar, una foto de postal para el recuerdo y una promesa con un «volveré».
Día 4 – La Haya: en mi opinión, le ocurre lo que a Bruselas. Es uno de esos destinos que merece la pena visitar más por lo que representa y acoge que, propiamente, por lo que nos tiene que enseñar. La Haya es historia a través de sus castillos, es arte en sus museos, política en sus instituciones y economía en las administraciones más importantes del país. Además, esta semana, era actualidad por lo ocurrido en su Tribunal.
Fueron pocas las horas que pasamos en esta ciudad y, probablemente, de haberla visitado con más calma, la hubiera podido saborear mejor. Sin embrago, creo que en un día, pudimos hacernos una idea bastante cercana sobre qué hace especial a Rotterdam, Delft y La Haya; una excursión de un día algo apretada pero perfectamente asumible en coche.
Día 5 y 6 – Ámsterdam: la que presuponíamos (y acertamos) sería la joya de la corona de este viaje. Para la ocasión, reservamos alojamiento en el centro de la ciudad (muy cerca del Barrio Rojo), y ésta, nos acogió con una estampa más navideña de lo más ideal. A las luces y decorados propios de la época, le acompañaba una nieve con la que no contábamos, y que a pesar de ponernos las cosas un poco más difíciles, nos regaló una Ámsterdam todavía más increíble (si cabe).
A esta Ámsterdam, que parece haber hecho un pacto con el diablo y haberse detenido en el tiempo (en cuanto a esencia se refiere), la disfrutamos por los cuatro costados, la navegamos a través de sus canales y la exprimimos cuanto pudimos, tanto de día como de noche. Y sin embargo, ella siempre tenía ganas de más. Una ciudad que no basta con visitarla para inmortalizarla, sino que te invita a vivirla, saborearla y sentirla, para hacerla así, eterna.
Del mismo modo que ocurrió con Bélgica, de haber tenido algo más de tiempo, otra distribución o un vuelo que saliera un par de horas más tarde, hubiéramos optado por conocer Uttrech o re-descubrir Vólendam. En cualquier caso, creo que aprovechamos estos 6 días un poquito más incluso de lo que pudimos, y que nos quedamos con ganas de más. Seis días fueron más que suficientes para visitar los lugares que lo hicimos; sin pausa eso sí.
Y si Bélgica y Holanda nos dejaron con ganas de más, es que algo bueno tienen. ¿No? Al final, tarde o temprano, todos encontramos la forma de regresar al lugar donde fuimos felices. Y estos dos países, con sus rincones de cuento, son de los que te hacen sonreír.
Además, no sólo fueron destino de nuestro puente sino que este caprichoso destino, ha querido acoger allí a una de esas personas de las que el mundo celebra tener. Definitivamente, tienen todos los ingredientes para hacernos creer en la magia.
Esto es un intento frustrado de ser Vlogger; lo siento mucho, no volverá a ocurrir.
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Periodista especializada en Marketing Digital y Big Data y nómada empedernida por naturaleza: YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada