Una de las citas más esperadas del año: Sagardotegi en cuadrilla

El fin de semana del 10 de marzo está marcado en rojo en nuestros calendarios. Da igual si tenemos que coger un vuelo desde Suiza, Holanda, Canarias, un blablacar desde Madrid o Salamanca o poner una excusa en el trabajo. Nadie se quiere perder la cita del que es, para nosotros, uno de los mejores días del año.

No es una comida de amigos más, es un día especial. Ese día en el que todos dejamos a un lado nuestra vida y recordamos por qué, en el fondo y a pesar de todo, somos una familia. Porque dan igual los kilómetros que nos hayan separado o las vueltas que dé la vida. No importa cuánta gente nueva conozcamos o los meses que pasen sin que intercambiemos un mensaje. Dan igual incluso las discusiones que hayamos podido tener o las ocasiones en común que nos perdimos.

Al final, todo eso queda en nada cuando nos volvemos a juntar y es como si no hubiera pasado el tiempo. Volvemos a reencontrarnos con un abrazo, a reírnos de lo de siempre y a desahogarnos como sólo te desahogas con los tuyos; cuando eres tú mismo más que nunca. Cuando te sientes en casa. Mientras el mundo corre y el día a día nos lleva a cada uno por nuestro camino, sabemos que podemos echar la vista a un lado y sonreír porque siempre tendremos ahí esa «zona» de confort.

En nuestro caso, y contra todas las expectativas, a medida que va pasando el tiempo y cada uno va haciendo su vida… más planes hacemos en común: más ganas tenemos de sacar ese ratito y dedicárnoslo, porque sabemos que siempre merece la pena. Y el día de la sagardotegi es eso, un día especial. Nuestro día de cuadrilla, un plan anual al que desde hace tres años somos fieles y que espero, se convierta en una tradición a la que no quiero fallar.

(Voy a dejar mi parte sensible a un lado y contar nuestra experiencia)

Hace apenas tres años tuvimos nuestro primer contacto global en este plan tan euslkaldun del que sólo habíamos oído cosas buenas. Lo organizamos con la antelación que creímos conveniente, aunque con los años nos hemos dado cuenta de que tuvimos mucha suerte en aquella reserva tardía. ¡Llamando a finales de enero es complicado encontrar hueco para grupos grandes!

A partir de entonces y tras haber recibido algún que otro «lo sentimos, estamos completos», el día 2 de enero llamamos a alguna sidrería bien valorada, que nos hayan recomendado y reservamos: «el sábado del fin de semana del 10 de marzo al mediodía, comer de pie y para 25 personas. Ya concretaremos». En este momento ni si quiera hemos hecho la lista de quién se apuntará, pero sabemos que no vamos a fallar.

Y llega el fin de semana. Pasamos toda la semana rememorando anécdotas de ocasiones anteriores e intentando no poner las expectativas muy altas por miedo a que defraude, aunque eso nunca pasa. De hecho, la sagardotegi empieza realmente unas horas antes, cuando ocurren los primeros reencuentros después de meses sin vernos.

Ese día, a las 11:00 donde siempre, nos recoge el bus. Menos puntuales de lo que debiéramos pero más de lo que acostumbramos: el camino de ida siempre es impaciente.

La primera parada es en Astigarraga, es momento de potear, de hacer la foto oficial y de comenzar a prepararnos para lo que está por venir. A la hora de comer, el bus nos recoge y nos lleva a la sagardotegi elegida y, creedme, en apenas una hora y media de poteo, este trayecto en bus no es ni de lejos tan tranquilo como el primero: ya hemos empezado.

  • Gartziategi (2016): la elegimos de rebote y realmente, acertamos. Tal vez es porque fue la primera, pero todos guardamos un muy buen recuerdo de esta sagardotegi: tanto de la calidad de la comida como del personal, ubicación, comedor… Sin lugar a dudas, la recomendaría a todo aquel que me pregunte.
  • Etxeberria (2017): probablemente, la «más flojita» de las que hemos estado. Aunque todo estaba muy bueno y lo pasamos muy bien, la comida y cantidad no estaban a la altura de las otras dos. Nosotros decidimos comer de pie, pero eran muchos los que estaban sentados y el ambiente… ¡no era el mismo! En cualquier caso, y aunque por debajo de las otras dos, también la recomendaría.
  • Lizeaga (2018): estaba valorada como una de las mejores sagardotegis de Astigarraga. En nuestra opinión y en cuanto a la comida, estamos totalmente de acuerdo ¡estaba todo buenísimo! Aunque he de decir que el personal no era tan agradable como en las dos anteriores (nos riñeron por unos globos de cumpleaños…)
  • Ibarra (2019):  en este caso, hablamos de una sagardotegi de Amorebieta. Fuimos a cenar y, en esta ocasión y, a diferencia de todas nuestras escapadas a Astigarraga, lo hicimos sentados. Había muy poquita gente para lo grande que es el local: raciones muy generosas y la comida muy buena… aunque nada que ver la carne con cualquiera de las de Astigarraga o Hernani. No puedo decir que no estuviera bien, pero prefiero el plan de día en Gipuzkoa que hacemos todos los años.
  • Astarbe (2019): a favor que la comida estaba deliciosa y todos los platos tenían un sabor 10. En contra, primero que el menú es más reducido y no incluye el chorizo a la sidra ni pimientos. También, que se puede elegir entre sentados o de pie y, en esta ocasión… fuimos los únicos que optaron por los clásicos y que comieron de pie.

El menú es siempre el mismo, el típico de época de txotx: chorizo a la sidra, tortilla de bacalao, bacalao frito con pimientos, chuletón y, de postre, queso, membrillo y nueces. Sobre las 17:45 el chófer del autobús con el que ya hemos comenzado a hacer buenas migas, nos lleva a Hernani, lugar donde comenzamos la primera ronda en el bar de siempre y acabamos bailando hasta que nos echan en nuestro otro bar de siempre, cuando el chófer nos recoge con cara de: chicos, es tarde.

En cuanto al autobús, los dos primeros años contratamos el día completo con Cuadrabus y, en esta ocasión por una cuestión de precios, hemos cambiado por Alaibus. En ambos casos, he de decir que la experiencia ha sido de 10 y que seguiremos apostando por ellos para que nos acompañen en nuestra aventura.

Sagardotegi Astarbe 2019

Una aventura que, como siempre, pasa mucho más rápido de lo que nos gustaría dejando a su paso anécdotas que rememorar, recuerdos imborrables y, sobre todo, la sensación que me acompaña de lo afortunada que soy de estar tan bien rodeada. Supongo que este plan de cuadrilla sería divertido con otras personas, pero estoy segura de que no sería igual. Que sea con ellos, es lo que lo hace tan especial y que me deja contando los días hasta la cita del próximo año. 

Así que por mi parte, no me queda más que agradecer a todos los miembros de esta pequeña gran familia que hacen que merezca la pena seguir sacando esos ratitos (y mención especial a los cumpleañeros, cuya fecha de nacimiento es la excusa perfecta para tener algo que celebrar). De alguna forma, cada uno tiene mucho que aportar y sin ellos, no sería lo mismo. 🙂

 

Deja una respuesta