Las 10 lecciones que aprendí cuando decidí viajar sola

Atardecer en Dubrovnik

He defendido siempre que, toda persona, debería de viajar sola, al menos una vez en la vida. Te cuento todo lo que aprendí cuando decidí hacerlo:

Hay ocasiones, en las que simplemente, tienes que plantarle cara al miedo. Decirle: aquí estoy yo, y ya no me asustas. Ponerte en pie y desafiarle, aunque tiembles en el intento. Hacerte grande en un mundo de gigantes en el que te sientes el más pequeño. No hacerlo, a veces trae consecuencias irrevocables que te acompañan por siempre. Tu falta de valor puede impedir que vivas los momentos más increíbles de tu vida. Y eso no es lo peor: vivir con miedo y quedarte con las ganas, te hace chiquitita y va creando en ti, cada vez más inseguridad: más pánico. Te regala 10 noes por cada sí.

Tomamos decisiones constantemente, algunas más complejas que otras y la mayor parte de veces, ni nos damos cuenta de que nuestras elecciones, van escribiendo nuestro camino. Y no hay nadie que diga, esta decisión es fácil o aquella es compleja… como todo, es muy relativo y depende del cristal con el que se mire.

Budapest
Viajando sola por Budapest me encontré un bus surcando el Danubio

 

En mi caso, un día llegó una de esas decisiones que podría haber pasado desapercibida para otra persona, pero que en mí, llevaba ya tiempo plantando semillas. Diferentes causas, profesionales y personales, me llevaron a darme cuenta de que aquel año, me iba a ir de viaje sola por primera vez. Fue uno de esos momentos en los que necesitas vacaciones de ti misma, pero contigo: un punto de inflexión para volver renovada. Así que me animé, me atreví… y repetí.

Las lecciones que aprendí

  1. Lejos de lo que hubiera sido lo habitual, siendo la primera vez que viajaba sola… apenas llevé nada programado. Decidí que me iba y en cuestión de días, estaba montada en un avión dispuesta a saldar alguna que otra deuda conmigo misma y hacer ese interrail que se me había quedado pendiente. Soy una persona muy planificadora y me gusta tenerlo todo bajo control, así que desde el primer momento, aquel viaje fue un desafío a lo que conocía y a mí misma… y así es como tuvo que ser: aprendí emprendiendo mi nuevo camino.
  2. Mi segundo reto, después de haberme decidido, fue plantarle cara a todos los prejuicios y opiniones de familiares y amigos. Tanto a aquellos que se preocupaban, como los que se lamentaban pensando que tomaba esa decisión porque no tenía con quién ir. Podría haber sido difícil, pero en realidad fue un refuerzo a mi autoestima. La primera vez que fui valiente, y me di cuenta de ello.
  3. Cuando no hay nadie para sacarte las castañas del fuego, te las sacas tú y esto es innegociable. Las clases de inglés en las que apenas prestabas atención, se convierten en tu mejor aliado, y te sorprendes a ti mismo viendo cómo cada vez tienes más fluidez hablando en un idioma que no es el tuyo. De hecho, hasta se le coge el gustillo y cada vez, te sientes más cómodo hablando en otro idioma.

    Refugiados en la estación Keleti de Budapest
    Refugiados en la estación Keleti de Budapest

     

     

  4. Me di cuenta de que quien marca el ritmo, soy yo. Si estoy animada, sigo andando… y si me canso, me siento a descansar. Y si quiero comer en un puesto callejero algo rápido para poder seguir, pues lo hago….o si quiero darme un capricho en un restaurante. Soy yo quien tiene las riendas cuando viajo sola, y desde entonces…. soy yo también quien las tiene en mi vida. Cuesta creer que puedas aprender algo tan profundo en una semana o 10 días de viaje, pero realmente, sentirte auto-suficiente te hace fuerte.
  5. Los prejuicios no son más que la cara visible del miedo. Puede que cuando viajas solo, estás más empático y más abierto a lo que sucede a tu alrededor… y te das cuenta de que no somos tan diferentes, y de que hay mucha más gente buena en el mundo que mala… es cuestión de estadística. Da igual los kilómetros que separen las cunas que nos han visto crecer, si al fin y al cabo, todos soñamos con tener un lugar al que llamar hogar. Cuanto más viajo, más segura estoy de que la intolerancia… y en muchos casos, la ignorancia, son las consecuencias de no viajar: de la falta de mundo. Hacer las maletas te ayuda a confiar en las personas.
  6. Descubrí que soy más fuerte de lo que creía. Volví de aquel primer viaje con una seguridad en mí misma que desconocía… porque encontré mis límites y me superé. Arriesgué y gané. Y, aunque me equivoqué cientos de veces, me di cuenta de que la culpa de esos errores era solamente mía, y que en realidad… no era tan grave, siempre hay una solución; y muchas veces la tenemos justo delante de nosotros pero los nervios no nos dejan verla. 
  7. Cuando pasas tantos días sola, tienes mucho tiempo para hablar contigo misma y para hacerte preguntas e intentar encontrar las respuestas.  Y honestamente, creo que esto es tan sano como necesario… todos nos debemos la oportunidad de conocernos siempre un poquito mejor. Es entonces cuando te das cuenta de que esa eres tú; la que se quiere y se mima. La que está dispuesta a llegar al fin del mundo por lograr sus objetivos.
  8. Otra de las lecciones que me traje de ese primer viaje, fue la importancia de relativizar. Como decía, nada es tan grave como parece… y si lo es, seguro que tiene solución. Hay veces que nos obsesionamos con algo o nos preocupan nimieces que, a la hora de la verdad… no son tan relevantes. Y qué más da.

    Bratislava, Eslovaquia
    Bratislava, Eslovaquia
  9. Como empezaba este post, hay ocasiones en las que simplemente la vida te juega un pulso y tú necesitas coger carrerilla. Dejar de hacer lo que sea que estás haciendo y resurgir.  A todo el que me pregunta qué tal han sido mis experiencias viajando sola, siempre digo que son unos días de depuración física y mental, un punto de inflexión en el que coger impulso para saltar y estar preparada para lo que venga.
  10. En definitiva, aprendí a aprender. Aprendí que puedo estar sola y disfrutar de ese tiempo para mí.  Aprendí que cuando viajas sola, te fijas más en algunos detalles. Aprendí lo importante que puede llegar a ser una charla con un desconocido al que jamás volverás a ver. Aprendí que hay mil cosas que me preocupaban, que en realidad no importan. Aprendí que, perdiéndome… puedo llegar a encontrarme.

Creo que viajando sola es cuando te das cuenta cuán importante es el camino en un viaje, y que el destino… puede no ser siempre un lugar. Da miedo, sí… pero merece la pena arriesgarse.

 

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