Plan dominguero: excursión a las piscinas naturales de Casas del Monte

Piscina Natural de Casas del Monte (portada)

Hay fines de semana que están bien. Y luego, hay otros que los repetirías una y otra vez, como es el caso de este que está a unas horas de terminar (en el momento en el que lo escribo). Extremadura ha sido quien me ha acogido en esta ocasión y, de nuevo, diré que su fama no le hace justicia.

Hasta conocer la zona, me la imaginaba árida, despoblada y con mucho jamón: la zona Sur puede que tenga algo que ver, pero el Norte si por algo me ha llamado la atención, es por su vegetación y estampas de postal, (de esas que quitan el hipo), algo que ya pude intuir en la ruta por el Valle del Jerte.

Conociendo las Fiestas de Plasencia

En esta parte no me extenderé demasiado y me guardaré las anécdotas, que no son pocas, para la intimidad. No obstante, sí que quiero dedicar unas líneas para resaltar lo mucho que me gustaron estas fiestas, y ahora os cuento por qué:

Todo empieza con una comida para coger fuerzas para lo que está por venir, en nuestro caso, en La Isla: un precioso restaurante rodeado de piscinas naturales donde todo estaba buenísimo. A continuación, nada de sobremesa, directos a «las cañas» y a elegir el lugar preferido para ello o comenzar la ruta: la Calle Vinos, la Plaza llena de casetas, la zona del antiguo mercado, la Plaza de la Catedral, los bares… todo Plasencia se llena de charangas y gente dispuesta a pasárselo bien hasta que el cuerpo aguante (y aguantó).

Plasencia Mercado

Mención especial al Ferial que tendría unas dimensiones similares a las barracas de Aste Nagusi en Bilbao, lo que para una ciudad de 40.000 habitantes tiene su mérito. Y punto negativo para el concierto: las Azúcar Moreno no estuvieron a la altura de las circunstancias…

El tiempo fue limitado y, en esta ocasión, había otras prioridades por lo que, aunque no puedo tener criterio para valorar Plasencia por su estética, sí que puedo hacerlo por su gente, y mi voto es un 10.

Plasencia

Piscinas naturales de Casas del Monte

El verano ha aparecido de golpe y, ya que no sabemos cuánto nos va a durar, no podíamos desaprovechar la oportunidad de malgastarlo quejándonos de la resaca. Y menos, ante una zona con tantos secretos por descubrir. Por ello, optamos por refrescarnos y tomar el sol en las piscinas naturales de Casas del Monte.

Están muy cerquita de la localidad donde nos alojamos por lo que resultaban, todavía, más apetecibles: a tan sólo 27 kilómetros de Plasencia en dirección Salamanca (107 kilómetros). Sólo separan 38 kilómetros el Valle del Jerte y el Valle de Ambroz, lugar en el que están situadas las piscinas, por lo que su ubicación ya era un anticipo de lo que nos esperaba.

Como decía, están en el Valle de Ambroz, concrétamente en lo alto por lo que para llegar, habrá que subir con el coche por empinadas carreteras con curvas pronunciadas en las que, los que nos mareamos, solemos pasarlo un poquito mal.

Nosotros fuimos por la entrada del Albergue Aurora Boreal, aunque cabe la posibilidad de aparcar directamente en el párking que está situado en caso de bordear. En cualquier caso, hay muchas zonas de aparcamiento por lo que nosotros, particularmente, no hemos tenido el menor tipo de problemas. Al llegar, nos esperaban los cerezos con sus cerezas de un rojo fuego que apetecían a cualquiera.

Cerezos

La zona cuenta con tres restaurantes y, por lo que pudimos comprobar, a muy buen precio. En nuestro caso, comimos en el del Albergue Aurora Boreal y, siendo 6 personas y comiendo raciones para compartir (bastante generosas), con varias jarras de bebida y postre, salimos a 10€ por cabeza, lo que no está nada mal.

De la montaña del Sistema Central en el que se posa Casas del Monte, nace la Garganta Ancha que recibe las aguas de otras gargantas más pequeñas en su descenso hacia el río Ambroz. Así es como nace esta piscina natural, recibiendo el agua de pequeñas cascadas que, en perfecta armonía con la naturaleza, se convierte en un plan dominguero perfecto.

Seré franca: el agua está helada. Como hoy me ha dicho un señor cuando me ha visto lanzarme sin mirar atrás: «no se te presupone valiente, hay que serlo para lanzarse así». A lo que yo he respondido: o es así, o no es, porque de verdad, cuando digo que está fría… es porque de verdad, la circulación se te reanima sólo con poner los pies.

Ahora bien, hacía mucho calor y refrescar: refrescaba

Además, está muy bien acondicionada: tiene escaleras para que puedas acceder a las partes más hondas y, por las que cubren menos, el acceso es con rampita, donde los más pequeños entraban y chapoteaban. Alrededor de la piscina, hay varias zonas en las que poner la toalla o tumbona y tanto con sol como con sombra por lo que había muchas familias que han optado por llevarse la comida y disfrutar de un agradable día en plena naturaleza.

No lo he podido inspeccionar en detenimiento, pero me consta que hay alguna que otra ruta de senderismo por la zona, por lo que este plan dominguero puede ser una buena alternativa para comenzar un día de verano de trekking y acabar refrescándonos en la piscina natural.

Yo lo sospechaba y mi compañía me lo ha confirmado: para molar tanto como mola, no había demasiada gente y es que «no se conoce mucho». Y de nuevo, vuelvo a pensar lo mismo: Extremadura no se vende lo suficientemente bien. Puede que «amemos» sitios abarrotados de gente porque están de moda y, porque se sobre entiende que son una maravilla y, sin embargo, «despreciar» otros lugares porque no tienen el reconocimiento que se merecen. Pues lo que yo pienso es que la fama no da la belleza a un sitio: obviamente, si un lugar es conocido, algo tiene… pero no os podéis hacer una idea de cuánto me gustan estos rincones «secretos» a los que llegas sin ningún tipo de expectativa y van directos a tu lista de lugares favoritos.

Veréis que suelo extenderme mucho en los planes domingueros y que a veces, me ocupan lo mismo que un viaje de 4 días por una capital europea. Lo sé y es incomparable. Sin embargo, no puedo negar que este tipo de planes me encantan. Hoy un amigo me decía, «qué feliz eres» y es verdad: disfrutar de un día de verano bajo el sol, en plena naturaleza, con amigos y comida. Sin estrés ni nada que te ocupe la mente ni ruidos que te distraigan. Simplemente eso, en calma. Pues sí, será que con poquito me conformo… pero en días como hoy, pienso que no necesito nada más para ser feliz. 

Muchas gracias al anfitrión por habernos acogido tan bien en casa y por habernos descubierto los secretos de su tierra así como a la compañía que ha hecho de este fin de semana, el perfecto pistoletazo de salida para el verano 🙂 ¡Volveremos!

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