Y otra vez, seis de junio. Y, aunque parece que fuera ayer, la verdad es que ha pasado una eternidad. Hoy YSIFLY cumple su segundo año de vida y, aunque joven, se siente más maduro que nunca. YSIFLY no es de los que simplemente viven la vida sino de aquellos que la celebran, así que hoy, sopla esas dos velas que tiene sobre la tarta y se come esa vida a bocados. Y yo, no puedo estar más feliz de acompañarle en este viaje 🙂
Recuerdo como si fuera ahora mismo, el momento exacto en el que escribí el post por el primer aniversario de YSIFLY. Entonces, escribía orgullosa por haber cumplido un año, cuando ni yo misma me daba tres meses de constancia, y sonreía por todas las cosas buenas que, sin imaginarlo, me había traído este blog. 365 días después, el libro es el mismo, pero cambia la historia: este año no sólo no tengo dudas de si conseguiré aguantar, sino que tengo la certeza de que YSIFLY y yo soplaremos juntos la vela del 3.
Si echo la vista atrás y viajo a través de los 79 post, veo cómo yo misma he crecido sin darme cuenta hasta encontrarme. El estilo, contenido y ritmo titubeante de las primeras entradas, son apenas un resquicio de lo que veo en las últimas, que prácticamente se han escrito solas.
Si el primer año fue una pregunta, este segundo ha sido una rotunda respuesta
La esencia de YSIFLY sigue siendo la misma y el objetivo no ha cambiado en absoluto, sigo y seguiré escribiendo sobre sensaciones porque, al verbalizarlas, siento que las hago eternas. Pero también es cierto, que he ido aprendiendo a conjugar sentimientos, a rimar recuerdos y a corregir la ortografía de lo que va por dentro y, en ello, cada día me reconozco más en las palabras que escribo.
Por eso, sé que YSIFLY ya no es sólo un proyecto personal, si no que en cierta forma, es parte de mí. Una extensión de mi alma, dicho de forma cursi y que hoy, me voy a permitir ser (algo más) ñoña. Cada frase es un recuerdo que me trae al imaginario momentos, lugares o a personas que sólo sé yo, o tal vez, gente con quien los compartí, que se localizan entre indirectas camufladas por el texto, conocedoras de que tienen dueño/a y que para los demás, parecen sólo palabras vacías.
No puedo negar que este año he bajado el ritmo y el compromiso y, con este último, no termino de llevarme bien. De las 49 publicaciones del primer año, este apenas he firmado 30, aunque no puedo decir, que no haya sido de forma intencionada. Comencé con la urgencia de quien se teme olvidadizo y me sentía en la necesidad de transcribir todos mis recuerdos a riesgo de que se perdieran. Hablé de experiencias pasadas y traté de abrirme en canal, para con en ello, rememorar y darle contexto a YSIFLY.
Sin embargo, ya no lo necesito. Ni quiero. En este encontrarme a mí misma entre letras, he descubierto que ya no me viene bien ver anochecer París si es a base de recuerdos y que prefiero viajar a Francia, actualizar sensaciones y, después, verbalizarlas. YSIFLY se ha convertido en nostalgia por adelantado así que, por si me faltaban ganas de comerme el mundo, este blog es motivación suficiente para tener hambre de más. Es una propuesta de plan cuando llevo más días de la cuenta sin escribir, es fijarme en detalles que hasta ahora pasaban desapercibidos y que me gusta saber y contar, es querer aportar y ayudar con información que yo no encontré, son ganas de aprender y es querer más y más.
Recuerdo que, cuando empecé a escribir, me daba muchísima vergüenza que cualquiera me pudiera leer. En cierta forma, me sentía desnuda a sabiendas de que estaba escribiendo sobre sensaciones y, eso, es algo que siempre he llevado por dentro. Sacarlo, me hacía vulnerable. Frágil.
Hoy en cambio, casi me atrevería a decir que no sé presentarme sin presentar antes a YSIFLY porque, reitero, lo siento como una parte de mí. De hecho, creo que gracias a aprender a expresar mis sensaciones aquí, también he adquirido la costumbre y la confianza fuera y, aunque mi pequeño castillo impenetrable, ya no es tan fuerte cono antes lo creía, me da igual. Ahora sé que no puedo sola con todo, y aunque a veces todavía me cuesta, sé que con arqueros en mis torreones, mi castillo se convierte en una fortaleza.
No es sólo vivir, es sentirse vivo
¿Y… si? es la pregunta que decidí hace hoy dos años no volver a hacerme, porque suponía un límite a algo que no me había atrevido a hacer. Entonces, YSIFLY nació para hablar sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada.
Si echo un vistazo a lo que he hecho este año, veo que al menos este propósito lo he cumplido, y que YSIFLY se ha llenado de planes que, quién sabe, de otra forma jamás hubieran existido.
Mis planes domingueros han pasado a ser un ritual, una tradición con nombre propio. Casas del Monte, La subida al Pagasarri, el Salto del Nervión, Cabo de Ogoño y Urdaibai, San Juan de Gaztelugatxe, La Ballena, Gorbea, Anboto, la ruta del Flysch, Cruz del Monte Buciero y la Vía verde de Itsaslur. No está mal, pero estará mejor este próximo año 🙂
Durante este año además, me despedí de Salamanca, pero jamás le dije adiós y volví una y otra vez como el que vuelve por Navidad sabiéndose afortunado de volver a casa con los suyos. Y tampoco faltaron los míos, los que nunca fallan ni los planes que son una cita grabada a fuego en nuestro calendario, como la casa rural y la sagardotegi.
Pero a este curso, en el que he vivido intensamente, no le han faltado los kilómetros: de las Islas Griegas a Berlín, de Mykonos a Manchester y Liverpool, de Paros y Antiparos hasta la Selva Negra y Baviera para, finalmente, enamorarme en Santorini. Eso sí, viajando bueno, bonito y barato siempre.
Y, entre idas y venidas, he deshecho inviernos en Gran Canaria, he pasado fines de semana fractales en Córdoba, he vivido entre expectativas y espejismos en las Fallas de Valencia y he visto al mirlo blanco rentando al vendaval en Formigal. Este segundo año de YSIFLY, ha sido más musical que nunca y, aunque a veces subimos el volumen de la música, para ensordecer el ruido interno, esta vez hemos cantado hasta quedarnos afónicos por nuestras puras ganas de celebrar la vida en Culturalia y Sonorama.
Por último, no sólo he crecido yo sino que también YSIFLY, se me ha hecho mayor. Ha acogido su primera firma invitada para llevarnos a meditar en un retiro de Cáceres y, desde aquí, os animo a que utilicéis YSIFLY como terapia y seáis firmas invitadas siempre que queráis y sin más censura que el sentido común 🙂
A día de hoy, sigo teniendo claro que no quiero corromper algo tan mío y tan puro como es este blog, así que, a riesgo de comerme mis palabras en un futuro, sigo defendiendo que no lo llenaré de publicidad intrusiva ni display (cualquiera diría que trabajo en esto). Lo que sí que haré, será acoger causas en las que creo y por eso, y tras una experiencia muy cercana con el dengue como protagonista en Vietnam, a través de YSIFLY se puede contratar seguros de viaje IATI (¡con un 5% de descuento!). Y de verdad, visto lo visto: ¡hay que viajar asegurado/a!
A estas alturas, guardar las formas es perder las maneras así que me despido feliz por este segundo cumpleaños, por reconocerme en las intenciones de YSIFLY cuando decía que los límites sólo existen si creemos en ellos, y por seguir creciendo juntos a sabiendas, de que lo mejor, siempre está por reír. De corazón, gracias por hacer que YSIFLY también sea un poquito vuestro. ¡Vamos a por el tercero!
(*) Nota para el 6 de junio de 2020: No, Marina D’Or ya no es el post más leído del blog sino que la subida al Pagasarri se lleva todos los honores y además, no tiene rival.
Periodista especializada en Marketing Digital y Big Data y nómada empedernida por naturaleza: YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada