Sonorama Ribera 2018: Review de un festival antológico

Sonorama principal

Estoy agotada. Físicamente, han pasado más de 24 horas desde que llegué a casa y todavía no me he repuesto (tal vez, la edad empiece a pasar factura). Mentalmente, en cambio, aún no he sido capaz de asimilar lo que he vivido en estos últimos 4 días. Sonorama Ribera ha acabado y yo ya estoy mirando cuándo se pondrán a la venta los abonos del próximo año:

Porque este festival empezó hace meses cuando comenzaron los preparativos, que han sido parte de su magia. Porque han sido semanas de meter canciones en una playlist colaborativa con la que convencer a mis amigos de que, en la distribución de horarios, merecía la pena hacer un esfuerzo por este o tal grupo. Porque a medida que se acercaba la fecha señalada, se repetía un ¡qué ganas tengo! cada vez con más asiduidad. Porque sabíamos que renunciábamos a otros planes, pero apostábamos a que Sonorama lo valía. Y así fue. Vaya que si lo fue.

Cocktail de energía y emociones

Miraras donde miraras veías gente sonriendo, saltando y con esa felicidad contagiosa que sólo logran los momentos más épicos. Una lucha entre el cansancio y las ganas de vivir intensamente. Ese intentar encontrar coherencia entre «qué dolor de pies tengo» pero «esta noche no me pierdo a Viva Suecia»: un «estoy agotada» pero vamos al pueblo por si vinieran los Lory Meyers de sorpresa.  Esa sensación de no haber perdido tu tren, que diría una Maravillosa Orquesta del Alcohol.

Sonorama Ribera ha sido energía en estado puro, desde primera hora del día hasta última de la noche sin tener muy claro cuándo acaba uno y empieza el otro. Ha sido perder la voz en cuanto se pone el primer pie en el camping y luchar por recuperarla con el único fin de poder cantar tan alto que te oigan en el propio escenario. Ha sido la inmensa alegría de reír a carcajadas con los amigos con los que llegaste, y los nuevos amigos que te llevas. También ha sido la emoción de que suene a los cuatro vientos esa canción que te recuerda tanto y poder gritarla sin censura, o simplemente aquella otra que te teletransporta al éxtasis.

Estos días he visto a gente completamente diferente con más en común de lo que jamás hubieran imaginado. Personas que te ayudan de forma desinteresada, que se ponen a cantar con una guitarra en medio de ningún lugar y decides acompañarles toda la tarde o incluso desconocidos a quien mojar con una pistola de agua te parece la mejor opción.

Porque no sólo se trata de música o de ver en directo a tus grupos favoritos. Se trata de, por unos días, olvidarte completamente de todo y preocuparte únicamente por ser inmensamente feliz: por exprimir cada segundo, hablar, cantar, reír, ir y venir, disfrutar, emocionarte, gritar, saltar y, en definitiva, vivir como si te fuera la vida en ello. Todo ello, acompañado de miles de personas que quieren exactamente lo mismo que tú. El cocktail perfecto.

Bailando hasta que todo acabe

Cuando vi el cartel hace unos meses, pronto encontré algunos grupos que quería ver y a quienes sabía que no iba a fallar. En cambio, había otros que ni me sonaban pero que pronto se convirtieron en canciones de cabecera. Los hay incluso, que los he descubierto en el propio festival y que, ya de vuelta, me he dedicado a escuchar sus canciones en calma y con atención. No hablaré de todos ellos por razones obvias, pero sí que me gustaría destacar los que para mí han sido los grupos del Sonorama Ribera 2018:

  • La M.O.D.A.: Lo mío con los de Burgos ha sido un auténtico flechazo, amor a primera oída. Los descubrí poco antes de que llegara la gran fecha y, desde entonces, han pasado a copar todas mis playlist. Si el Sonorama es energía, ellos, que jugaban en casa, fueron su máxima expresión: los héroes del sábado tocaron dos veces el viernes, y si lo hubieran hecho cuatro, a los cuatro conciertos hubiera ido. Estos siete chicos de blanco son de ese tipo de gente de quienes te alegras que les vaya bien, y que en cosa de unos pocos años, han pasado de tocar en la tienda de campaña al escenario principal. Ahí es nada.


  • Viva Suecia: mi otro gran descubrimiento del Sonorama. Para ser sinceros, a los murcianos les conocía desde hace más tiempo y, llegué hasta ellos curiosamente por su nombre y mi amor al país escandinavo. Me gustaba lo que oía y de vez en cuando se colaban en mi coche, pero jamás me esperaba que tuvieran el directo que presencié en el festival. A este concierto fui sola y, lejos de «cohibirme», me fui viniendo arriba a medida que sonaban los acordes. Qué locura hicieron estos chicos, qué ganas de más, qué forma de demostrar que los sueños se cumplen y que les gusta reincidir: de asiduos al Sonorama a tocar 3 años seguidos y escalando posiciones en el cartel. Si la vida es justa, el año que viene estarán en el principal.

  • Izal: hicieron lo que todos esperábamos que hicieran y Aranda entera cayó rendida a sus pies. Si los dos anteriores fueron para mí una sorpresa porque no me esperaba lo que vi/sentí, con Izal me ocurrió lo contrario: su trayectoria les precede y me esperaba de este un concierto inolvidable. No sé si fue magia y efectos especiales, pero sí sé que lo que hicieron se nos quedó grabado en la retina a todos los allí presentes, ¡qué maravillosamente oportuno!

A estos tres les reservo el pódium por una cuestión de emociones y de lo que me hicieron sentir. Otros muchos, han hecho que este Sonorama Ribera 2018 sea increíble: La Pegatina, que da igual cuántas veces les vea que me lo seguiré pasando en grande en sus conciertos. Dorian y Rozalén, los que siempre cumplen y que siempre aportan calidad al cartel.

Grandes descubrimientos como han sido Amatria, Carolina Durante o Elyella y su trepidante energía. Claim, quienes se han ganado la Plaza del Trigo por méritos propios y que estoy segura que irán escalando también posiciones en los mejores carteles del país. O incluso Nancys Rubias o Ladilla Rusa que, lejos de ser de mis actuaciones favoritas, me regalaron momentos muy divertidos.

Por supuesto, Lori Meyers, uno de mis grupos preferidos que, aun con breve actuación y con bastante más gente de la que cabía por metro cuadrado, me hicieron saltar hasta Planilandia. No puedo olvidarme de la espinita clavada que me queda de Sidecars, grupo que me encanta y que estaba subrayado en mi plan desde hacía tiempo pero que por incompatibilidades horarias, fue imposible ir 🙁 (sábado 20:30).

Deberes para el año que viene, Sonorama

  • Sé que es un reincidente en asuntos a mejorar, pero creo que podíamos cuidar un poquito más el medio ambiente. Por ejemplo, como se hace en otros festivales, creo que hubiera estado bien que el euro que te cobran por el vaso en el recinto, sirviera a modo de fianza para intentar que todos lleváramos siempre el mismo y luego lo devolviéramos. O si hay que pagar más por el vaso como fianza, lo pagamos… pero creo que se tiraron demasiados vasos a la basura a los que todavía le quedaban un par de copas.

  • Igualmente, sé que es inevitable que en el camping queden restos (ojo, también es cierto que la gente podría ser menos cerda) y el personal de limpieza fue muy efectivo el domingo… pero vi pocos contenedores para la cantidad de basura que se esperaba.
  • Las duchas: se quedaron sin agua por momentos y, el sábado a 40º al sol al mediodía, con cientos de chavales sudados y de resaca a la espera del frío chorro de la ducha que te reviva… fue duro. También creo, que deberían de prohibir que la gente se lave los dientes en la ducha, por pura economía del agua y de tiempos.
  • Mucha gente y por momentos, demasiada: es un festival y se asume que va a haber multitudes. De eso no me quejo. Pero sí creo, que llegó a ser peligroso en algunas situaciones y que podríamos estar lamentando males mayores, como por ejemplo, en los conciertos de la Plaza del Trigo a las 15:00 bajo la solana y con un aforo inexistente.He leído bastantes comentarios sobre las largas colas de baños en el camping y recinto y también para pedir en el festival. He debido de estar en otro festival o beber menos de lo que pensaba, porque para nada he tenido esa sensación.
  • Bastante lejos la comida: para llegar a la zona de comida, había que cruzar un puente y estaba algo alejada. Entiendo que sea por distribución de personal y organización… pero, personalmente, me quedaba muy a desmano. Hubiera comido bastantes más patatas de madrugada, de haberlo tenido más cerca.

  • A nivel horarios, está claro que es imposible acudir a todo, tanto por incompatibilidades como por el propio cansancio y otras necesidades físicas. Pero sí pienso que, por un lado tendrían que haber publicado los horarios con más antelación (salieron el lunes). Y, por otro, qué pena me dio perderme a Sidecars, Xoel López o algunos monólogos por ejemplo del Escenario Negrita.
  • Esta es una opinión muy personal y probablemente impopular, pero una vez se acabaron los conciertos, en el Escenario Negrita la música que sonaba era… «pumba pumba»; entiendo que a muchos les gusta, pero a mí me faltó una after party con todo tipo de música que hubiera tenido cabida en el festival (Vetusta Morla, Sidonie, Love of Lesbian…) o en su defecto, más comercial.

  • En cuanto a la organización y cartel, este año, se ha incluido la APP oficial con sorpresas de última hora. Por un lado, me gusta que se haya avisado de las sorpresas con poca antelación para evitar masificaciones (media hora); pero por otro, las sorpresas que ha habido eran al mediodía (todos estábamos al tanto) y, que fuera tan poca antelación, no te permitía planificarte bien y hasta el pueblo hay un rato.
  • Por último y con esto ya sí que termino: ¿Taburete? ¿de verdad? ¿no había otro grupo que encajara mejor con la esencia del festival? Sin ser yo ninguna purista musical, me da miedo que este tipo de apuestas tan comerciales dañen un poco la esencia de un festival de calidad como es el Sonorama.

No sólo música

He puesto bastantes deberes, lo sé, pero no son ni un ápice del listado de cosas buenas que tiene el Sonorama y creo, de verdad, que podrían ayudar a mejorar.

A mí este Sonorama Ribera 2018 me ha gustado a rabiar. He disfrutado como hacía tiempo y me he quedado con muchas ganas de más (eso sí, tras unos días de descanso). Y lo es por todo:

  • Por una apuesta musical de calidad que te hace vibrar y emocionarte.
  • Por una experiencia del camping de 10:
    • Espacio con sombras en un parque lleno de pinos.
    • Cerca de supermercados y con bastante zona para aparcar: no en el parking oficial que está algo lejos, sino directamente cerca del recinto de acampada.
    • Desvelaré un secreto: hay un camino por detrás del camping por el que te puedes acercar con el coche y así, cargar y descargar todo el kit de acampada ahorrándote todo el camino con lo que pesan las cosas.
    • Temperatura idónea de calor por el día y rebequita por la noche que te permite descansar (ojo, algo de fresco incluso)
    • Buses gratuitos hasta el pueblo (o eso cuentan, jamás los vi, pero el paseo aunque algo larguito, no es ningún drama).
    • También con escenario dentro del camping y barra de comida y bebida a precios populares, e incluso mención especial a los regalitos de por la mañana (un día regalaban café, otro donuts…).
    • Aunque suene redundante e incluso cursi, lo mejor del camping fue la propia experiencia de acampar con mis amigos y con grandes vecinos de Donosti, Ciudad Real y Madrid 😉
  • Por un festival de día y noche: porque si por la noche el recinto era el apogeo del Sonorama, el gran número de actividades y conciertos programadas en el pueblo durante el día, no desmerecían en absoluto. Y qué gran idea esa de las pistolas de agua… y qué grandes Manolo y Mari Carmen, los vecinos que desde sus balcones, refrescaban a la chavalería.

Sonorama, ha sido un auténtico placer conocerte, nos vemos en 2019.

(*) Posdata: si alguien quiere regalarme un móvil para que grabe vídeos de mejor calidad, estaré encantada de aceptarlo. Todo sea por YSIFLY.

Deja una respuesta