Dicen que a veces, hace falta un poco de Sur para poder ver el Norte. No lo sé. Yo creo que más bien, para no perder el Norte hace falta algo de perspectiva y alzar un poco el vuelo. A veces, mirar de reojo lo que está pasando no basta, y directamente, necesitas darle la vuelta. Saltar sobre mojado. Ganar la batalla bailando.
Quemar la vida y deshacer inviernos
Hace poco cumplí 28 otoños, y aunque en esta ocasión no he querido añadir otro hit a la banda sonora de mi vida, sí que he pedido pausa, evasión e inflexión. Cada año por estas fechas ocurre, tiendo a alejarme de mi realidad para poder mirarla de frente: lamentarme por los propósitos no cumplidos y celebrar cada éxito en la batalla, brindar de forma preventiva por si todo sale bien y recordar que lo mejor siempre está por reír.
El año pasado fueron Holanda, Bélgica y Suiza quienes me acogieron, el anterior Valencia, uno antes Biarritz, le precede Portugal y a este Comillas… y así, hasta perder la memoria. En esta ocasión y en un año tan intenso como está siendo 2018, (de lo que ya hablaré más adelante), mi pausa estaba destinada a marcar sentencia y a cambiarme la perspectiva.
Por eso, huí del frío y la lluvia y recordé, que pase lo que pase, noviembre siempre será dulce. Tan dulce como lo han sido estos días en Gran Canaria. Un bombón de brisa marina en pleno otoño.
¿Habéis oído alguna vez aquello de que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos?
Bien, pues creo que es aplicable a prácticamente todo en la vida, incluyendo el verano. Sí, en los meses de calor, nos apetece mucho disfrutar de la playa y las terracitas, alargar los paseos hasta que anochece y vivir a fuego lento. No digo que no lo valoremos: es lo que más nos pide el cuerpo y estoy diagnosticada con adicción al verano. Lo que digo es que, las sorpresas, cuando menos te lo esperas, más ilusión te hacen.
Como el verano a tres horas de vuelo en las Islas Canarias
Hay quien dice que es la suerte quien te cruza a las buenas personas por delante. Otros le dejan toda la responsabilidad al destino. Yo soy más de pensar que todo pasa por algo y que a las personas buenas merecen que les pasen cosas buenas.
Este año, la vida me ha puesto delante a compañeros de viaje que todavía no he agradecido lo suficiente, pero esto no trata sobre mí. Va de una amistad que se fragua hace más de 10 años entre uno de esos regalos que me ha traído la vida, y una buena persona en Canarias. Una amistad que, pese a los años y los kilómetros, cada vez es más pura y más de verdad. Y qué gozada.
Y ahí, empezó esta pequeña aventura
De repente, un día, llegó una invitación: el paraíso os acoge en diciembre si tenéis ganas de disfrutar, y los que nos morimos de ganas por vivir y preferimos un ¿te acuerdas? a un ¿te imaginas?, decidimos ser fieles a la filosofía de este blog y hacer la mochila; ni un ¿y si…? más.
Así es cómo un 29 de noviembre nos plantamos en Las Palmas con abrigo y bufanda. Allí nos esperaba nuestro «canicar» el C3 nuevo que habíamos alquilado para los cuatro días de verano regalado en la isla, ojo: por 66€ en total. (Era naranja, de ahí el cariñoso apodo – No pongas un coche naranja en tu vida).
La casa que Mónica y Matías nos prestaron estaba al Sur de la Isla, cerca de MásPalomas en la urbanización Vistaflor. Se trata de una preciosa casita a la que no le falta detalle muy cerca de la playa, con vecinos residentes que adornan sus casas con motivos navideños mientras se pasean en bañador (para mí esto sigue siendo un shock) y con una piscina perfecta para después del baño. Una casa, que por cierto, se alquila a aquellos que quieran disfrutar y respetar el paraíso, así que os animo desde aquí a escoger este bungalow en vuestras próximas vacaciones. Y de nuevo pareja, ¡mil gracias por regalarnos el paraíso por unos días! 🙂
Conocía Tenerife, pero no había estado en Gran Canaria y la verdad es que para estar tan cerca, me parecieron muy diferentes. Durante nuestra escapada estuvimos en la playa de Máspalomas, Los Calderos y Las Canteras.
- La primera, Máspalomas, es exactamente lo que te imaginas cuando cierras los ojos y piensas en Canarias: una inmensa playa de arena clara, sin edificios cerca ni chiringuitos molestos y agua que te pide a gritos un baño. El handicap, aunque también seña de identidad de esta playa, es el viento. De hecho, cuando me metí en el mar, en seguida vinieron los vigilantes de la playa en moto acuática a reñirme e invitarme a salir del agua porque estaba revuelta (y no, no eran como los de la serie). Es más, mirad si hacía viento que, cuando subimos a las dunas para disponernos a hacer la croqueta y alguna que otra tontería más, el viento casi nos lo impide con afiladas cuchillas de arena.
- A los Calderos, fuimos otro día tratando de esquivar este viento, y encontramos la calma. Se trata de la playa de Benidorm que encontraremos en cualquier destino turístico, con sus chiringuitos, hamacas, hoteles en línea 0 de playa e hinchables en el agua, aunque en este caso he de decir que había una excepción: no estaba abarrotada de gente. Imagino que en el verano de verdad, sí que estaría llena, pero en este verano tan de otoño, había la cantidad de gente perfecta para hacer que esta escapada fuera todavía más idílica.
La misma poca gente que nos encontramos en Meloneras la zona de ocio, restaurantes y discotecas que, supongo, en verano no cabrá un alfiler. Por cierto, cenamos en un hindú que, para ser mi primera vez y lo escéptica que soy de las especias, ¡me pareció que estaba delicioso todo!
- Por último, Las Canteras es una de esas playas que deben de recordar cuánto mola vivir en las islas. Las otras dos están en la zona turística, pero Las Canteras no: es de ellos, pertenece a Las Palmas y a su gente, a los que salen de trabajar y ven ahí la puesta de sol a diario. Esa sensación que sólo conocemos los que vivimos en una ciudad con mar (sí, Bilbao tiene playa porque el Gran Bilbao cuenta), supongo que se elevará al cuadrado cuando todos los días del año, son verano.
Pero no sólo del mar y del verano vive la isla
Un pequeño continente, como lo llama una amiga que vive allí: por momentos, sentir que no te has ido de casa y que sigues en Euskadi entre tanto monte. Y, por momentos, viajar hasta el lejano Oeste o incluso al Cañón del Colorado en una carretera que es el sueño de todo ciclista.
Hasta que llegas allí, a uno de esos lugares que ha escalado posiciones hasta uno de mis favoritos, a Roque Nublo. Atravesamos la isla con el coche por la carretera que os contaba y, a nuestro camino, teníamos la sensación de estar viajando por muchos lugares diferentes al que estábamos.
Por el camino, hay varios miradores que nos ofrecen un ratito de paz ante inmensas vistas y, para quien se maree tanto como yo, un pequeño alivio ante carreteras demasiado… serpenteantes. Pero lo mejor está justo en medio de la isla: se llama Roque Nublo y, desde allí, se ve el mismísimo Teide. Se trata de un antiguo lugar de culto para los aborígenes y todo su entorno fue declarado espacio natural protegido en 1987 y parque rural siete años después.
Hay un parking gratuito en la puerta y se recomienda no dejar nada en el coche a la vista por los robos que ha habido en la zona. A priori parece que va a ser un mirador más, pero para llegar a la cima que está a 1.813 metros sobre el mar, hay que recorrer 1,5km de sendero; no es difícil ni duro, pero mejor en zapatillas de deporte y botella de agua en mano, que el calor aprieta.
La excursión pasa por ir desde Tejada a la Caldera de Bandama y, de ahí, recomiendo comer en el restaurante al que fuimos: Gran Canaria en estado puro. El Guajara es un asador donde nos ofrecen carne deliciosa, mojo picón, papas arrugás y ron Arehuca como debe ser. Ah! Y a muy buen precio.
Aunque Gran Canaria tenía mucho más que ofrecernos, decidimos hacerle la promesa de volver y, entre tanto, disfrutar sin prisa de este verano regalado con el que no contábamos. Por tanto, aunque me encantaría decir si Puerto Mogán merece la pena o si Agaete bien merece una visita, eso tendrá que ser en un segundo post sobre la isla. Lo que sí puedo decir, es que Las Palmas, me sorprendió: las comparaciones son odiosas y, en esta, Santa Cruz de Tenerife, no puede competir.
Vais a permitirme haberme pasado de ñoña en esta ocasión, pero le debía un mes de palabras a YSIFLY, un año más de experiencia, y alguna que otra anécdota entre medias. Gran Canaria ha sido ha sido un oasis en el desierto, un verano para deshacer inviernos y, en ello, yo, una pila de carga al sol. Le he dado la vuelta a todo para cambiar la perspectiva, y aunque me hubiera quedado otra semana más en aquel pequeño paraíso, sé que vuelvo con energía renovada para convertir estos 28, en el mejor año de mi vida.
Si te pasa algo en la otra parte del mundo, ¡al menos que tengas la seguridad de que todo va a salir bien!
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Periodista especializada en Marketing Digital y Big Data y nómada empedernida por naturaleza: YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada