No todos los domingos son de trekking o de viajes. Aunque hay algunos (pocos) de peli y mantita de los que no escribo post, también hay otros en los que, simplemente, me gusta relajarme y coger energías para la semana en lugares que por una razón u otra, tienen su encanto. Es lo que ha ocurrido este fin de semana en La Arboleda, un lugar perdido en el monte en el que los pantanos, las viejas minas y las esculturas de arte vasco, son los protagonistas.
Los que me conocen, me habrán oído decir cerca de mil veces que nos pasamos la vida buscando «la foto increíble» o lugares remotos lejos de casa y que a veces, olvidamos que tenemos los rincones más impresionantes mucho más cerca de lo que pensamos. La fortuna, el azar o el destino hizo que la vida pusiera a una pareja de valencianos en Bilbao y por ello, tengo la enorme suerte de vivir aquí y por tanto, poder presumir de algunos de esos rincones mágicos que nos rodean.
Inhalar y exhalar
Como os decía, el lugar del que os voy a hablar hoy no implica hacer una travesía de trekking de dos horas… ni si quiera precisa llevar un tipo de ropa o calzado en concreto (hombre, tacones sobran). Es simplemente un lugar muy cerquita de Bilbao, en los Montes de Triano, al que me gusta ir de vez en cuando: inhalar y exhalar. Respirar profundo mientras escucho el silencio rodeada de la naturaleza. Desconectar del ajetreo de la ciudad. Hacer un pic-nic. Ver animales.
Para llegar, es posible subir en el funicular de la Reineta desde Trapagarán si no tenemos coche y también hay autobuses (con un 35% de desnivel supera los 1.200 metros de distancia). En nuestro caso, subimos en coche por el Valle de Trápaga y advierto: no es una carretera apta para personas que se marean en coche. Se trata de una subida por una carretera serpeteante durante 6 kilómetros donde ponemos a prueba los frenos de nuestro vehículo. Casi al llegar, hay un mirador desde el que se puede disfrutar de todo el botxo desde las alturas… una parada que, sin lugar a dudas, merece la pena. En la bajada y, ante mis mareos, decidimos ir por el otro camino que baja una cuesta con menos pendiente a Gallarta.
Aparcamos en el párking que hay entre el primer pueblo, La Reineta y el segundo, La Arboleda: de todas las veces que habré ido, no habré visto más de 5 coches aparcados allí.
La Arboleda
Cruzamos la carretera por el (maloliente) túnel que hay debajo y llegamos a La Arboleda que, si bien no hace justicia a su nombre (así fue hasta que llegó la industrialización por 1877), se está repoblando la zona. Allí nos encontramos con las lagunas artificiales que surgieron como consecuencia de la inundación de las minas que veremos más adelante: Ustión, Blondis y Parkotxa; unas lagunas que aportan una belleza extra al sitio en las que, bajo ningún concepto, se recomienda el baño (y como siempre, algún insensato lo ha hecho y ha habido más de un ahogo).
Durante el paseo, nos cruzaremos con diferentes esculturas que forman un museo al aire libre: Meatzalde Goikoa Parkea. Se trata de obras de escultores vascos que representan, o a mí me lo parece, el paso de la industrialización por la zona y cómo forma parte de su historia.
Estamos en plena naturaleza, alejados del ruido y ajetreo de Bilbao por lo que no es de extrañar que nos encontremos con rebaños de ovejas, caballos, burros o ganado a nuestro paso. A medida que vamos andando más, nos encontraremos con este tipo de «espontáneos» en nuestra ruta lo que todavía nos hace desconectar más de «la vida real».
Tal y como os comentaba al principio, a mí me gusta hacer pic nic en La Arboleda, bien extendiendo una toalla o bien, en los merenderos habilitados para ello: como os imagináis, no soy la única a la que le parece una buena idea venir a pasar la tarde o el día. Aunque si lo que se trata es de comer, de La Arboleda son famosas precisamente sus alubiadas con sacramentos: una cita culinaria que se presenta como un «must» si eres de Bilbao (sobre todo, tras una ruta de monte). Las encontraremos en el pueblo
Para saber más sobre este lugar, encontraremos paneles con información repartidos por toda la zona, que nos informarán sobre minerales, historia, flora y fauna de la zona. Por lo que sé, también es posible organizar alguna ruta de senderismo por la zona e incluso alquilar caballos para pasear. Por no mencionar, el enorme complejo de golf que está al lado, Meaztegi Golf.
Conocer el pasado para entender el presente
La Arboleda no es simplemente un «parque» o «lo alto del monte» que han remodelado o habilitado para que los domingueros disfrutemos de la tarde. Se trata de una historia muy presente todavía en Euskadi aunque poco reconocida. No olvidemos que hasta hace más bien poco, Bilbao estaba teñido de un gris industrial que convirtió la ciudad en lo que hoy en día es: un lugar que ha «sufrido» una excelente transformación en apenas 30 años donde se mira hacia atrás con recelo y hacia adelante con demasiadas ganas.
Sobre 1877 comenzaron a llegar mineros al Monte Triano y empezaron a construir en torno a las minas, lo que sería por un tiempo su «hogar». Algunas se levantaron junto a un gran conjunto de árboles… lo que dio nombre a la aldea: La Arboleda. A día de hoy, los árboles han ido desapareciendo… del mismo modo que las minas, que dieron paso a las lagunas artificiales. Sin embargo, estas chabolas acabaron por convertirse en Conjunto Monumental al ser la única barriada de Euskadi con la trama urbana y arquitectura características de las construcciones de compañías mineras.
Historia. Naturaleza. Desconexión. Que cada uno encuentre la razón que le motive a visitar este lugar tan cerca de Bilbao que, a los propios bilbaínos, muchas veces se nos olvida que existe. Como decía al principio, a veces no hay que irse muy lejos para descubrir rincones increíbles 😉
Periodista especializada en Marketing Digital y Big Data y nómada empedernida por naturaleza: YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada