Antes de ir, no sabía demasiado sobre el gran gigante asiático más allá de lo que “todos sabemos”. Me llevé la mochila cargadita de estereotipos sobre cómo serían todos aquellos habitantes de un país inmenso y al llegar, me liberé rápidamente muchas de aquellas ideas preconcebidas que había estado cargando. Sobra decir que Occidente y Oriente tienen muchísimas particularidades que les distinguen y que en China, concretamente, muchas de ellas se acrecientan. Pero como siempre digo, al fin y al cabo… no somos tan diferentes, hay muchas más cosas que nos unen a las que nos separan.
Os traigo algunas de las curiosidades o al menos de lo que a mí más me ha llamado la atención durante mi pequeño tour chino:
¿Cómo es la gente?
- A diferencia de otros muchos destinos por los que he viajado, en Shanghai y Beijing me costó mucho encontrar occidentales y, los que vi, eran o bien trabajadores que estaban en la zona business… o bien, turistas que se concentraban todos en la zona de bares.
- Del mismo modo, tampoco vimos apenas personas de color. Diría que los conté con los dedos.
- Fuimos todo el viaje comentando que era imposible que en China hubiera paro: en los lugares menos necesarios, nos encontrábamos con un trabajador cuya función era sonreír o abrir una puerta o controlar… Al volver, lo confirmamos: El índice de desempleo en China es 4,7%, uno de los más bajos a nivel mundial
- ¡Increíble lo que fuman en este país! Sobre todo, los hombres.
- También les encantan los helados: a todas horas te encuentras personas comiendo helados y, en cualquier lugar.
- Durante el fin de semana, las limpiadoras del hogar de Filipinas tienen el día libre por lo que, los sábados y domingos, las calles de Hong Kong están llenos de grupos de mujeres que hacen sus picnics improvisados con sus amigas.
- De sobra es sabido lo supersticiosos que son: y el 4, es el número maldito. Se pronuncia igual que Demonio, así que lo evitan hasta en los ascensores.
Sobre el transporte
- Aunque el semáforo esté en rojo, los coches pueden girar a la derecha por lo que hay que tener un gran cuidado: parece ser que siempre tienen prioridad.
- En Shanghai, la gran mayoría de las motos son eléctricas y aparentemente, tienen las mismas normas de circulación que una bici por lo que te las puedes cruzar tanto en la carretera como en la acera y… ¡no se escucha cuando se acercan! Hay que tener mil ojos…
- Es curioso pero, todos los coches que vi (a excepción de los taxis) eran auténticos cochazos. Mi renault clio de 2006 no tendría espacio en el gigante asiático salvo con licencia de taxista…
¿Qué me cuentas del país?
- Nos llamó mucho la atención que en Shanghai, a pesar de la cantidad de millones de personas que viven allí (más de 24), en
- ningún momento tuvimos la sensación de: en esta ciudad vive mucha gente. Había mucho orden y pocas masificaciones; es una ciudad cuya extensión es proporcional al número de habitantes por lo que, ni siquiera se concentran en el centro de la ciudad.
- Hay mercados en los que las mujeres exponen a sus hijos para que encuentren novia. Sí, como lo lees. Y sí, como si se tratase de cromos. Se plantan en el mercado a primera hora con una foto de su retoño y sus cualidades apuntadas en un cartelito (altura, peso, profesión, hobbies…). Todo un first dates a la china
- Lo de los pañales para los niños pequeños es algo que no se lleva: prefieren unos pantalones con una raja en la parte trasera (literalmente), así, si al niño le entra apretón, de cuclillas y listo. ¡Nos pasamos el viaje entero viendo culitos de bebés!
- Música callejera: nos sorprendió mucho la cantidad de música callejera que había (y muy buena) y lo que les gusta la guitarra española.
- Son muy chinos sí, pero adoran starbucks… te encuentras uno cada 200 metros allá donde vayas.
¿Y sus costumbres?
- Los olores: para esto íbamos mentalizadas pero no esperábamos que fuera hasta tal punto; increíblemente fuertes.
- Llega un momento en el que te dejas de sorprender y, si te encuentras una noria gigante en el octavo piso de un centro comercial… pues lo ves como algo normal.
- Del mismo modo que acabas acostumbrándote a que todos los andamios (incluso los de los rascacielos) sean de bambú. Al principio, dudas de su seguridad y estabilidad pero… acaba convirtiéndose en un elemento más de la estampa china.
- Los baños: allí, lo que se lleva, es el clásico “agujero en el suelo”. En algunos lugares públicos te puedes encontrar retretes “occidentales”, pero no es lo habitual. De hecho, en el aeropuerto tienes ambas opciones, debidamente señalizadas en la puerta para que elijas tu favorita. Es más, en los retretes “occidentales” es fácil ver una señal en la que prohíben subirse encima de la taza para utilizarlo como si se tratara de un agujero en el suelo… vamos, a cuclillas.
- Pintan absolutamente todos los árboles de blanco por abajo (para evitar que se expandan los incendios) (¿no os decía que en este país es imposible que haya paro?
- La seguridad: esto es una de las cosas que más nos ha llamado la atención durante el viaje, la increíble seguridad que hay para entrar a cualquier lugar. En cada estación de metro, hay que pasar un control y cruzar el detector de metales. En aeropuertos y estaciones de trenes, el control de seguridad está en la propia puerta.
Probablemente haya otras mil particularidades que me chocaron pero, ni voy a hacer un post eterno, ni quiero quitar la magia de la primera vez al lector. Al fin y al cabo, todo depende del cristal con el que se mira y no a todos, nos sorprende lo mismo 🙂
Además, creo que cada vez es más difícil que algo nos llame la atención, en general así que descubrir esas particularidades que China esconde es, sin lugar a dudas, parte de la aventura que es el gigante asiático.
Periodista especializada en Marketing Digital y Big Data y nómada empedernida por naturaleza: YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada