Había visitado Bruselas con el colegio hacía ahora 10 años. Sin embargo, no la conocía en absoluto. Este mes de diciembre, decidimos repetir aquel viaje en su décimo aniversario, un plan que respondía más a una casualidad o capricho del destino que a una causalidad.
Como adelanté en el post resumen sobre nuestro Road Trip por Bélgica y Holanda, Bruselas fue la primera parada de esta ruta en coche: aterrizamos allí a las 8 de la mañana y contamos con unas horas para re-descubrir la ciudad en la que se toman las grandes decisiones de Europa.
Las grandes decisiones de los pequeños
Viviendo donde vivimos, es un destino que hay que visitar sí o sí. Personalmente, creo que más por lo que representa y supone que por lo que nos tiene que mostrar: si nos limitamos a analizar la belleza de sus edificios, arquitectura, vistas… queda muy lejos de otras grandes capitales como París, Estocolmo o Londres. Además, es relativamente pequeña, (de hecho, la quinta de su país en cuanto a número de habitantes) y el número de grupos de turistas que se codean por sus lugares más emblemáticos, te invitan a querer perderte entre callejuelas y bares. Escabullirte para perder de vista a ese gentío tan poco autóctono (cámara en mano) y esa sensación de guiri o turista con la que tan poco nos queremos identificar; cuando solemos pensar que mientras ellos son turistas, nosotros somos viajeros. (¡Ja!)
Pero Bruselas no tiene complejos. Nada que envidiar a las grandes urbes de rascacielos o a aquellas con planos de metro indescifrables y eternos. En un espacio más reducido que Nueva York, Shanghai o Berlín, Bruselas se convierte en el epicentro de Europa: la capital de las grandes decisiones; «donde se parte el bacalao».
Y su forma de gritarle al mundo que no se siente pequeña, es la multiculturalidad en sus calles (un tercio de su población es extranjera): ahí radica su esencia. La de los lugares que, acogiendo a personas de todo el mundo, se convierten en afortunadas destinatarias de un pedacito de cada alma que lo habita. Que lo piensa, lo vive y lo siente a su manera. La suma de ese poquito de tantos es lo que los hace grandes: pena de aquellas ciudades intolerantes, que siempre serán las últimas. Y mucho miedo.
Un día en Bruselas
Como todo, si lo visitas con más calma: lo verás mejor. Creo que, si quieres visitar bien el Atomium, el Parlamento y demás… un sólo día (con transporte público) puede ser algo justo si no te organizas bien ya que éstos quedan algo alejados del centro y tienen sus horarios de visita. Sin embargo, con un buen madrugón y ganas, en un día te puedes hacer una idea bastante cercana de Bruselas, un lugar en el que te encuentras el poderío escondido entre corbatas y cochazos.
- Grand Place: el epicentro del epicentro. La vida gira en torno a su plaza central, la que sin lugar a dudas es, su visita imprescindible y culmen de belleza. Es patrimonio mundial por la UNESCO y merece la pena detenerse un rato para apreciar cada detalle. Las impresionantes Casas de los gremios, la Casa del Rey, su Ayuntamiento… cada una en su propio estilo pero compitiendo por ser las más bonitas del lugar. Aquí mismo encontraremos también el mítico Hard Rock Café.
- Gare Centrale: no he leído en muchas guías que sea una visita imprescindible, pero personalmente, su hall principal me impactó: ¡parecía de película! Aquí llegaremos en tren desde el aeropuerto (8€).
- Manneken Pis: tan famoso como decepcionante. Una (muy) pequeña estatua rodeada de fotógrafos improvisados en una esquina de lo más corriente sobre la que no se escatima en leyendas. Hay que ir a verlo, está claro, y con suerte, ataviado con algún disfraz con el que se le viste a veces… sin embargo, llegar-foto-marchar.
- Palacio Real: en los meses de verano es gratuito y su uso ha quedado únicamente para actos institucionales. Sus majestades viven en el Palacio de Laeken.
- Parque de Bruselas: tenía todas las papeletas para convertirse en el pulmón de la ciudad y, sin embargo, parecía un parque de barrio bastante descuidado. Está justo delante del Palacio Real y ya os digo que nos quedamos muy sorprendidos del estado en el que lo vimos.
- Les Galeries Royales Saint-Hubert: dinero. Mucho dinero. Eso es lo que intuiremos que hay dentro de cada tienda al pasar por estas míticas galerías de visita imprescindible, aunque sea, para sentirnos «like a sir» por un momento.
- Catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas: tardó nada más y nada menos que 300 años en construirse y, en mi opinión, se da un aire a Notre Dame. Merecen la pena sus impresionantes vidrieras: entrada gratuita.
- Notre Dame du Sablon: tal vez no sea la Catedral, pero impresiona más. Además, aquí se rodaron escenas de “Los Pilares de la Tierra”.
- Mont des Arts: lo encontraremos cerca de la estación central y nos da paso a unas vistas de Bruselas de las que merece la pena disfrutar.
- Palacio de Justicia de Bruselas: desde aquí, también podremos disfrutar de unas bonitas vistas de la ciudad.
- Jeanneke Pis: el homónimo femenino de Manneken; si él iba a tener una figurita ¿ella por qué no? Estamos ante la misma estatua pequeña en forma de niña pero que, además, es difícil de encontrar y está situada detrás de una verja en un callejón. Cuando llegas, te preguntas… ¿es una broma? Lo único bueno que descubrimos al encontrarla es que estafa frente al Delirium Café:
- Delirium Café: el cielo de las cervezas artesanales. Un bar enorme y con una decoración muy particular de esas que no puedes parar de mirar, donde te ofrecen cervezas que jamás creeríais que existen. Una visita más que obligada en Bruselas. Eso sí, aquí empecé a darme cuenta de cómo sería el resto del viaje por Bélgica y Holanda ante paradas (bastante frecuentes) para tomar algo (cerveza) a precio local (unos 5€) y una graduación algo superior (10º cada una). Ahora que no nos oyen, confesaré que pasé de sobria a ebria y viceversa durante este viaje tantas veces, que perdí la cuenta.
- Zinneke Pis: si hay niño y niña meando… ¡lo lógico es que también haya un perro! Todavía estoy tratando de entender por qué les gustan las estatuas de personas o animales haciendo pipi…
- Barrio europeo: aquí es donde se decide el destino de Europa y por tanto, el nuestro. ¿Bonito? No demasiado, pero hay que ver el poder que habita. Allí está el Parlamento europeo (en uno de los accesos, hay un cachito del Muro de Berlín), la Comisión europea, Google… en definitiva, los altos cargos.
- Cómic: no hay un lugar concreto pero todo Bruselas, se convierte en un cómic. Asterix y Obelix, Tintín… la capital belga es cuna del arte callejero y prueba de ello son los murales que nos iremos encontrando por toda la ciudad. De hecho, existe «la ruta del cómic» y el museo para los más fanáticos.
- Parque del Cincuentenario: se parece mucho a la puerta de Brandenburgo y puede ser algo curioso, pero está bastante alejado del resto de visitas que haremos por lo que… mejor valorar si merece la pena.
- Atomium: probablemente, uno de los signos más reconocidos de esta ciudad. Mide 102 metros y se construyó para la Exposición Universal de 1958. Allá va mi consejo: verlo por fuera puede ser curioso, pero los 12€ que cuesta la entrada, pueden ser muy decepcionantes. Muy cerca encontraremos «Mini-Europe» que viene a ser como el Parque Europa de Madrid (con los monumentos más emblemáticos en miniatura) y el parque Laeken (aquí sí, con la residencia real).
- Estadio de fútbol Rey Balduino: es la sede habitual de la selección belga y, desde mi completa ignorancia futbolística, se trata de uno de los estadios más emblemáticos que existen: algo así como un santuario del deporte. Sin embargo y por desgracia, es conocido también como Heysel (su anterior nombre) y por la tragedia vivida allí en 1985 cuando una avalancha humana, acabó con la vida de 39 personas (final de Juventus y Liverpool). Fue una curiosa visita que sí hice la primera vez que estuve en Bruselas.
El broche de oro a una visita por Bruselas, lo pone el chocolate: escaparates llenos de gofres con todas las combinaciones posibles, en los que una servidora, amante incondicional de esta tentación, se quedaba totalmente prendada.
En definitiva, y para ir acabando, la ciudad de las grandes decisiones es un destino muy interesante de visitar al que si, añadimos excursiones a Brujas, Gante y/o Amberes, se convertirá en un viaje para el recuerdo. ¡Muy recomendado!
Si te pasa algo en la otra parte del mundo, ¡al menos que tengas la seguridad de que todo va a salir bien!
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Periodista especializada en Marketing Digital y Big Data y nómada empedernida por naturaleza: YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada