En este 2020 raro, una de mis grandes sorpresas está siendo Navarra. La había visitado en alguna que otra ocasión, pero no ha sido hasta este año que he comprendido todo lo que tiene de particular. Sin ser la más grande de todas, lo cierto es que está llena de sorpresas y la cantidad de lugares que visitar, va muchísimo más allá de Pamplona y San Fermín. Naturaleza en estado puro y tradición en unos pueblos de postal donde no me negaría a jubilarme han sido lo que nos hemos encontrado en nuestra última aventura. Allá vamos:
Si por algo se caracteriza este año, es por la incertidumbre. Nadie tiene demasiada idea sobre qué va a ocurrir y por tanto, no nos atrevemos demasiado a planificar… lo que, paradójicamente, nos puede traer algo bueno, (según cómo se mire claro, porque el que no se consuela es porque no quiere): refuerza nuestra imaginación y nuestra capacidad de improvisación. Así pues, mi verano se está llenando de planes de última hora como el que ocupa este post, que se cuajó con menos de 24 horas de antelación.
No tengo una furgo viajera (todavía), pero eso no ha impedido que podamos hacer un road trip sin reserva de alojamiento. En esta ocasión, lo que hicimos fue llenar el coche con tiendas de campaña, sacos y provisiones para sobrevivir dos días y, el plan, es algo que se fue escribiendo sobre la marcha dejándonos un lienzo para enmarcar:
Mirador del Balcón de Pilatos
Fue la primera de nuestras paradas, tras hora y media de viaje desde Bilbao por la AP-68 y A-1, hasta desviarnos en Olazagutia. Aquí, tras subir el puerto de montaña donde agradecí ir conduciendo y evitar el mareo y, cruzar la Sierra de Urbasa donde intuímos muchas posibles rutas, llegamos al impresionante Balcón. Seguimos las indicaciones del GPs hasta llegar a un pequeño parking, sin saber muy bien lo que nos iba a esperar todavía y, desde aquí, comenzamos a andar hasta 2 o 3 minutos después encontrarnos, de golpe con el Balcón de Pilatos, también conocido como Ubaba.
No se trata de uno de esos miradores donde paras a hacer la foto y ya, sino que la montaña hace una U de precipicios a 300 metros del suelo, donde se esconde el Valle de las Améscoas, del que tenemos una vista panorámica espectacular. La muralla de caliza, árboles y arbustos que conforma el Balcón de Pilatos esconde, aunque no lo veamos, el Nacimiento del Urederra a nuestros pies y, por ende, nuestra próxima parada.
Aquí, os recomendaría que no os quedéis únicamente con la primera vista que Navarra nos muestra, sino que hagáis el ejercicio de bordear la U (¡con precaución!) para poder disfrutar de las vistas con mayor precisión.
Nacedero del Urederra
Había tenido la suerte de visitar este lugar en 2013 y, desde entonces, supe que tarde o temprano acabaría volviendo pues, el azul de sus aguas, no es algo que se olvide pronto. No en vano, es uno de los principales reclamos de Navarra que, en los últimos años, está ganando cada vez más adeptos.
Cuando yo estuve hace siete años, no tuvimos que reservar entradas con antelación, pero debido a la, cada vez, mayor afluencia de visitantes, ahora es necesario reservar entrada gratuita con antelación a través de la web. En nuestro caso, como os adelantaba, no habíamos podido reservar porque ni si quiera sabíamos que íbamos a acabar aquí… pero lo cierto es que a veces, la suerte nos sonríe.
Fuimos al lugar de inicio de la ruta y nos metimos en el parking para preguntar. Aquí, nos acercamos a la caseta que está junto a la valla de salida del parking y nos dijeron que, afortunadamente, había gente que había cancelado su visita, por lo que teníamos entradas disponibles. Tuvimos que hacerle una foto a la reserva de las entradas y, en teoría, enseñarlas a la entrada al guarda que había… pero no encontramos a nadie, aunque sí, a mitad de recorrido, la guarda fue revisando las entradas a todos los visitantes. Así pues, pagamos 5€ en total por el parking, por lo que, si optáis por aparcar fuera del mismo, el acceso al Nacedero del Urederra, tras la reserva de entradas, es gratuito. (Aunque no tengo claro que sea muy fácil aparcar fuera, yo os recomendaría hacerlo en el parking y apoyar así, el mantenimiento del Parque).
En total, hicimos los 6 kilómetros del recorrido en unas dos horas y media, tomándonoslo con mucha calma y disfrutando del camino. Está todo muy marcado y muy orientado a los visitantes, con las vallas que te indican el camino e impiden que te tires al agua, por mucho que las ganas sean irresistibles: en pocos lugares, habré visto un agua tan azul cómo la que te puedes encontrar en Urederra. De hecho, hay tramos en los que incluso está limitado el número de personas máximas que se pueden acercar para hacerse la foto (y espero que disfrutar del paisaje), por seguridad ante el Covid.
Lo cierto es que me enamoré de este lugar cuando lo visité y ahora, 7 años después, no puedo sino confirmar aquella sensación. Dicho esto, si no has estado aún en Urederra: inclúyelo en tu lista de tareas pendientes. Y, si has estado… vuelve! A los lugares que te enamoran, hay que volver 🙂
Embalse de Alloz
Con el gran día que nos hizo, la jornada no podía sino continuar a remojo y, estar en el interior no era algo que lo pudiera impedir. Situado en la Merindad de Estella, el Embalse o Pantano de Alloz fue construido en 1930 y tiene capacidad para albergar 66hm3 de agua.
La verdad es que ir a pasar el domingo al embalse de Alloz, sería mi plan preferido si viviera por la zona: está perfectamente habilitado para el baño con césped y arena, opciones de ocio (pedalonas, vela, paddle surf…), merenderos, baños, duchas, además de algún restaurante y chiringuito para los helados. Como en cualquier pantano, lago o río, os recomendaría que llevarais escarpines, ya que en el suelo nos podemos encontrar piedras o barrizales, pero lo que es el agua, es de gran calidad para el baño y está muy cuidado.
Para llegar, nos encontraremos un gran parking en la entrada donde dejar el vehículo (3,5€) y, es el único lugar para poder hacerlo, así que si cuando llegues, está lleno, no te va a tocar más remedio que esperar. Por ponerle un pero a este lugar, será la ausencia de contenedores. Al entrar nos dieron una bolsa de basura para poder tirar los restos, lo que está genial y de ahí que esté todo tan limpio… el problema viene de la ausencia de un lugar donde depositarlos. A la salida, hay contenedores pero con carteles que ponen claramente: sólo para residentes, por lo que habrá que ir con la basura en el coche hasta que encontremos un contenedor.
Acampada en medio de ninguna parte
El domingo queríamos visitar la Selva de Irati, así que tras el pantano, recorrimos la hora y media que nos separaban de Arrazola, el punto de información de la misma. Habíamos leído que aquí era posible acampar libremente y que la zona estaba adaptada con lavabos, papeleras y demás. Sin embargo, cuando llegamos que, ya era de noche, vimos que lo habían cerrado por seguridad ante el Covid.
Dadas las horas, decidimos cobijarnos en una campa que encontramos cerca donde pudimos meter el coche y, a nuestro juicio a oscuras, era un buen sitio para acampar. Y… la verdad es que con luz mantengo el veredicto: estuvimos alejados, sin molestar a nadie y recogiéndolo todo. ¡A grandes males, grandes remedios!
Selva de Irati
El segundo hayedo-abetal más extenso y mejor conservado de Europa tras la Selva Negra, ya nos había ganado mucho antes de visitarlo. Se trata de uno de esos lugares que siempre habían estado en nuestro imaginario de «tenemos que ir», pero que por h o por b, acababa siendo un plan B que nunca rozaba el oro. Las 17.000 hectáreas que comprende la Selva de Irati y que se mantienen prácticamente vírgenes, han aguantado el paso del tiempo con altura y mejorando con los años, ¿a cuántas historias habrán sobrevivido? ¿cuántas aventuras habrán presenciado?
No deja de impresionar que semejante selva siga intacta pese a los años y a los daños… tal vez sea eso, lo que desprende la magia del hogar del Basajaun. Lo cierto es que leyendas, hadas y mitos no le faltan a este bosque que en otoño, alcanza su máximo esplendor.
Supongo que habrá otras vías menos legales u ortodoxas de acceder a este inmenso espacio protegido, pero vías de acceso como tal hay dos: una que está situada en Ochagavía y otra desde Orbaizeta. A partir de cada una de ellas, parten muchísimas rutas que realizar dentro de la Selva de distinta duración y dificultad. En nuestro caso, fuimos por la entrada de Orbaizeta ya que estaba más cerca de donde nos encontrábamos y sólo podíamos permitirnos un día de ruta, aunque cuentan, claro, que si tienes la oportunidad, lo ideal es hacer varias rutas desde cada entrada y ver, en mayor profundidad, este Bosque de los Pirineos Navarros.
En el punto de entrada de Orbaizeta, nos encontraremos un punto de información donde nos indicarán las diferentes opciones que tenemos, hay baño y merendero, y donde podremos dejar el coche en el parking: de nuevo, igual que en Urederra, pagamos 5€ por coche completo y nada por acceso.
Nosotros optamos por una ruta circular hasta la subida del Azalegi a 1165 metros de altura, para los que tardamos unas tres horas y media en recorrer los 8km de recorrido circular. Se trata de un camino que está muy bien indicado, en el que en un par de ocasiones tuvimos dudas sobre la dirección, pero fijándonos bien en las marcas blancas y verdes que encontramos en el camino, no habrá pérdida.
El recorrido, comienza atravesando el bosque entre hayedos que nos hacen sentir muy pequeños ante los inmensos troncos a nuestro alrededor que parecen no tener fin cuando alzamos la vista. Una vez llegamos al abrevadero, cruzamos el camino asfaltado para continuar por bosque un par de kilómetros antes de la ascensión. Hasta ahora, todo el camino es prácticamente plano, pero cuando comenzamos a subir al Azalegi, la pendiente es más acusada y desaparecen los árboles, por lo que, ante un sol de justicia, mejor tomárnoslo con calma y mucha agua. Por el camino, iremos esquivando vacas, caballos y ovejas que tienen entre poca vergüenza a los visitantes, pero qué esperamos, ¡están en su casa!
Una vez llegados a la cima, nuestro móvil nos avisará de que, o bien estamos en Francia o bien, algún repetidor se ha conectado a nuestro móvil, pero lo que tenemos ante nuestros ojos, son los Pirineos en toda su inmensidad. De ahí, en cuanto empecemos a descender, nos encontraremos la Ermita de San Esteban, un templo muy pequeño pero muy bien cuidado y bonito, que deja las puertas abiertas para quien quiera pasar.
El camino de vuelta desde la cima, es más corto y por tramos, algo acusado, así que os recomendaría que tuvierais algo de cuidado, sobre todo si ha llovido y el suelo está mojado. En definitiva, no es un camino complicado en absoluto, pero sí que os recomiendo buen calzado, ropa cómoda y agua ya que estamos ante un plan dominguero al 100%. Si queréis visitar la Selva de Irati con niños, en un plan más relajado o directamente en vaqueros, hay otras muchas rutas que seguro que se adaptan mejor a vosotros: lo dicho, ¡hay rutas para todos los gustos!
Embalse de Irabia
Otras de esas rutas, por ejemplo, pasan por el Embalse de Irabia que está totalmente integrado en la Selva de Irati y aparece como un remanso de agua en su corazón. Fue construido entre 1921 y 1922, aunque se amplió en 1942-1944 hasta la posibilidad de retener un volumen de 13,5 Hm3. De fondo, por lo que pudimos ver en las marcas, podía albergar agua hasta 44 metros de fondo, pero los niveles estaban por los 32 ahora mismo.
En nuestro caso, decidimos ir en coche simplemente por verlo, y tardamos unos 5 minutos desde el lugar en el que habíamos aparcado. No obstante, como os decía hay muchísimas rutas y, aquí os dejo una web donde poder descubrirlas, aunque la verdad es que en el punto de información os pueden dar todas las indicaciones que necesitéis en función de lo que estéis buscando.
Mirador de Zamiriain
Antes de volver, decidimos hacer una última parada para sentirnos como Rafiki se sintió cuando alzó a Simba ante una sabana con los animales más salvajes. En Garaioa llegamos al Mirador de Zamiriain, un lugar que, sin duda, no es apto para personas con vértigo. Las vistas son impresionantes, como todo en este viaje y no menos que las del Balcón de Pilatos. Sin embargo, hay un saliente en la roca con mucha similitud a la del Rey León que os comentaba y que la verdad, da un auténtico espectáculo para quienes se sientan a ver cómo la gente se anima o no a hacerse «la foto». Quién dijo miedo.
Aquí, sin duda, os tengo que decir que es peligroso y que no es para hacer el cafre ni acercarse si no te sientes seguro/a ni mirar para abajo directamente, pero, si no se dan estas condiciones, adelante. Impresión, sin duda, sí que da y una buena dosis de adrenalina, a veces es bienvenida 🙂
En este mapa que os dejo, podéis ver dónde están cada lugar de los que os he comentado, así como otros lugares que nos hubiera gustado visitar pero por falta de tiempo y distancia, nos fue imposible. O dicho de otro modo, ya tenemos otra escusa para volver a Navarra y seguir descubriéndola.
Porque Navarra es nuestra vecina, la que pensábamos que tenía sitios que ver pero ni por asomo, nos esperábamos que tuviera tantos secretos por desvelarnos. Porque no siempre lo malo conocido es mejor que lo bueno por conocer y, sin saber de la existencia de alguno de estos sitios, hemos vuelto prendados de Urederra, Irati, Zamiriain y Pilatos. Porque este año, en general, estamos re-descubriendo lo que dábamos por asumido y, a veces, nos estamos llevando gratas sorpresas en el intento.
En definitiva, este ha sido un plan de esos improvisados que salen bien y que te recuerdan que, aunque sea en este 2020 raro, todavía es verano y el verano es la mejor época del año, pero también, una cuestión de actitud. Hagamos pues, de lo que queda de 2020 un eterno verano de planes improvisados 🙂
Periodista especializada en Marketing Digital y Big Data y nómada empedernida por naturaleza: YSIFLY es el lugar en el que hablo sobre mis ganas de no quedarme con las ganas de nada