Un pedacito de Europa en Asia: 2 días en Hong Kong

Hong Kong

Desde que pisas Hong Kong te das cuenta de que ya no estás en China. Puede que pertenezca y que se englobe dentro de este país pero no te hace falta conocer su historia para sentir que estás en un lugar que se aproxima más a Europa que a China.

Encuentras a todos los occidentales que no habías visto por el resto de China, la moneda es diferente, los precios, conducen por el otro lado, lees muchas más cosas ya no sólo en tu alfabeto… si no en inglés, las tiendas son más occidentales y hasta la seguridad es menor. Definitivamente, parece una ciudad de rascacielos europea que por cierto, huele a mar y hace un calor pegajoso propio del sudeste asiático.

En busca de nuestro refugio

El vuelo se nos retrasó un par de horas (como ha venido siendo habitual con todos los vuelos internos en China durante este viaje) y, al llegar teníamos dos opciones para llegar a nuestro alojamiento. Decidimos optar por la que habíamos leído en las guías… aunque a la vuelta, preferimos cambiar la ruta y nos ahorramos unos 7-8€ cada una. Cogimos un transfer por 100 dólares de Hong Kong y metro para llegar a nuestro alojamiento: Pearl Harbour Guest House.

En esta ocasión, volvimos a acertar con la ubicación del alojamiento. Personalmente y tras haber visitado Hong Kong creo que el alojamiento idóneo es, o bien el Kowloon por Nathan Road (la parte más cercana al río) o bien, en la isla de Hong Kong cerca de la orilla. Desde ambas partes, creo que es fácil moverse por la ciudad. En cuanto al hostal, tuvimos habitación privada en una ubicación inmejorable lo que compensa por los 30€ que pagamos en total por el alojamiento (algo más caro que en Shanghai y Beijing). Eso sí, para llegar al baño compartido había que pasar por la zona en la que la dueña del hostal vive o al menos, hace vida y… no le darían ningún premio a la huésped más ordenada.

De Asia a Europa en ferry 

El primer día, decidimos visitar Victoria Peak. Para ello, cogimos un ferry desde Kowloon por unos 20 céntimos y, nada más llegar, se encontraba la estación de autobuses donde cogimos un bus urbano (no tienen cambio, así que mejor llevar monedas). Tardamos cerca de 40 minutos en llegar hasta lo más alto de la isla y, como era tarde, preferimos no subir andando hasta el último pico (lo que hubiera sido lo recomendable). En su lugar, subimos al mirador del centro comercial que está justo donde te deja el bus y, en el que tras pagar la entrada, compites con demasiados turistas para poder disfrutar de las vistas. Eso sí, puede que no consigas hacer una buena foto… pero las vistas merecen la pena. Desde luego, recomendaría subir calculando ver ahí atardecer y con ello, el juego de luces que ofrecen los rascacielos de Hong Kong.

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El segundo día, comenzamos nuestra ruta por la Avenida de las estrellas (donde hay unas 10, entre ellas la mítica de Bruce Lee pero no frente al río por obras) y subimos por  la Gran Vía, Nathan Road hasta  Mong Kok. Aquí, encontramos la parte más asiática de Hong Kong: había muchísima gente y carteles en cada rincón libre. Además, era el free day de las empleadas del hogar por lo que nos pasamos el día viendo grupos de mujeres disfrutando de un pic-nic al cobijo del sol. La verdad es que nos gustó mucho esta zona, llena de tiendas, mercados y restaurantes (no sé qué comimos, pero estaba delicioso).

Por la tarde, cogimos un ferry hasta la isla de Hong Kong y aquí nos encontramos la pare europea de la ciudad (conocimos a un suizo en el ferry al que pagamos el billete porque no tenía cambio y, como agradecimiento nos hizo un par de fotos que nos envió por e-mail. Pena no haber sabido entonces que, además de fotógrafo, era Director de comunicación de uno de los bancos más importantes de su país).

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Cogimos las famosas escaleras más largas del mundo (que sí, te ahorran una importante cuesta pero… son interrumpidas) y llegamos al barrio hipster de Hong Kong, el SoHo (South Hollywood), donde nos encontramos lo que en cualquier barrio hipster del mundo. Muchos occidentales tomando una copa en bares y restaurantes modernos a precios desorbitados, el epicentro es Lan Kwain Fong. El broche final a la velada, lo puso la música: primero desde el paseo marítimo de la isla de Hong Kong, donde grupos de gente cogen algo para beber en el 7 Eleven y disfrutan de las vistas. Después, tras cruzar el río, en el muelle de Kowloon donde hasta daba pena irse para casa con el buen ambiente que había rodeando música callejera (ya compartiré vídeos).

El último día, cogimos la mochila y nos fuimos hasta Lantau. Nuestra idea era dejar la mochila en consignas pero por precio y horarios… fue imposible. También queríamos subir al pico de la isla en teleférico, pero estaba en obras por lo que cogimos un autobús urbano que se coge ahí mismo (con billete ida y vuelta). Tras unos 30 minutos de trayecto, llegamos a la cima donde pudimos disfrutar de unas vistas increíbles en plena naturaleza, del Gran Budha Tian Tan (que no os engañen, no hay tantas escaleras y además, la entrada es gratuita) y, del precioso monasterio Po Lin.

Finalmente, cogimos un autobús urbano hasta el aeropuerto desde donde volamos a Shanghai. Como os decía al principio, había una ruta alternativa al transfer y 8€ más económica y era esta, la descubrimos al final 😉

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