Plan dominguero: subida a la cruz de Monte Buciero

Hace ya un tiempo que pude disfrutar de la ruta del Faro del Caballo y, desde entonces, supe que sería un destino muy recurrente entre mis planes domingueros. Lo dije entonces y, ahora que he repetido, lo vuelvo a decir: Cantábricamente. Las aguas cristalinas del Norte de la península, no tienen nada que envidiarle a las de Menorca en un día soleado.

  • Tiempo | 4,5 horas
  • Distancia | 8,5 kilómetros
  • Dificultad | Baja – Media
  • Altura | 376 metros

Aquella primera vez y, a sabiendas de que volvería, «me conformé» con hacer la ruta circular alrededor Monte Buciero como ya conté en su post correspondiente. Esta vez, en cambio, decidimos «alejarnos para acercarnos», cambiar de perspectiva, y disfrutar del paisaje desde las alturas.

Las vistas desde la Cruz

No voy a decir que llegamos a la cruz de casualidad, pero casi. No estaba tan bien señalizado como otras rutas de este blog o como el propio camino al Faro del Caballo. En cierta forma, tuvimos un poco la sensación de que allí solo llega quien la conoce, quien se pierde o quien arriesga y gana. Es como si, ahora que el Faro está repleto de visitantes, quisieran guardarse la Cruz en secreto para disfrutarla como hasta ahora. Como siempre.

Tal vez por eso, sea que merece aún más la pena

El punto de partida es el mismo que el Faro del Caballo, dejamos el coche al final de la playa de Santoña y aquí es donde comenzaremos a andar. La verdad es que no tiene pérdida, el Fuerte de San Martín, vigila la costa dejando a su izquierda las escaleras de acceso a Monte Buciero.

Continuamos la senda marcada y aquí es donde tomaremos nuestra primera decisión: si escogemos el camino de la derecha, bordearemos Monte Buciero e iremos a parar directos al Faro del Caballo salvo que optemos por algún desvío a medio camino. Esta ruta no tiene pérdida, es muy sencillita, aunque algo larga, y se puede hacer perfectamente en vaqueros y con paciencia.

En cambio, si queremos subir hasta la cruz, deberemos de ir por el camino de la izquierda: exacto, por la cuesta empinada.

Durante nuestro plan dominguero, hacía un sol de justicia y, sin embargo, fueron pocos los caminantes que optaron por subir hasta la cruz. Como decía, la ruta al Faro está repleta, pero esta es en cierta forma… ¡más íntima!

Continuamos el sendero marcado hasta llegar al primer baserri que nos encontramos en el camino y que nos sorprende de frente: el Polvorín del Helechal, muy cerquita del Fuerte del Mazo. Llegados a este punto, podemos escoger de nuevo: avanzar hacia delante hasta el Fuerte de Napoleón o ir a la derecha «atajando» hacia la cruz.

El camino de la izquierda es más sencillo y largo, mientras que el de la derecha, puede ser algo más duro (sobre todo a 30º) pero no tiene la más mínima complicación. De hecho, es menos camino y más naturaleza, por lo que, personalmente, tiene mi voto desde el principio.

Panorámica desde lo alto

A medida que vamos ascendiendo, si giramos la cabeza y observamos lo que está detrás de nosotros, podemos hacernos una idea e intuir las increíbles vistas que nos están esperando en la cima. De hecho, desde aquí podemos comenzar a ver la primera culminación del Buciero que vamos dejando atrás: el Atalaya. Pero esto no es nada.

Continuamos ascendiendo por un camino que nos vamos inventando a nuestro paso pero con un destino muy claro que ya empieza a dibujarse en la cima, ahí nos esperan la Cruz, el hamaiketako y unas vistas de escándalo.

Efectivamente

No quiero menospreciar ni muchísimo menos el Faro del Caballo, que honestamente me encanta, pero las vistas desde la Cruz del Monte Buciero son espectaculares. Bajo ella, descansa Santoña mientras que, de izquierda a derecha, podemos distinguir Laredo, Colindres, Bárcena de Cicero, Escalante, Argoños y la Playa de Berria. No conforme con eso, vemos el enclave rodeado por el Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.

Cruz del Buciero

Mi recomendación es que os regodeéis aquí: disfrutad muy mucho de las vistas e inmortalizarlas en la retina. Puede que hasta lo hagáis solos desde la cruz y os sintáis por un momento los reyes del mundo.

A partir de aquí, la verdad es que no soy la más indicada para contar cómo continuar ya que… nos perdimos 🙂 En cualquier caso, nos reencontramos y, por el camino, disfrutamos de una preciosa ruta y alguna que otra aventura.

La teoría, y los mendizales que allí habían, dicen que por detrás de la ruta está el camino que nos lleva en dirección hacia el Faro. Terminamos por encontrarlo, pero antes de eso, nos sentimos exploradores por un rato en el bosque de encinas, laureles y madroños.

Escaleras al faro

Y finalmente, el camino nos lleva hasta el principio del Faro del Caballo: los 760 (altos) escalones nos están esperando para poner a prueba cuántas piras hemos hecho al gym este año. A medida que vas bajando, te cruzas con gente que sube y te dice «piénsatelo», «malditas escaleras», «ufff»… y sí, subir estas escaleras duele un poquito, pero anda ya: ¡merece la pena!

Mi recomendación es que, si vais un día en el que hace calor, llevéis ropa de recambio y aprovechéis para daros un bañito en el mar si las condiciones lo permiten. Es, en cierta forma, el mejor final que puede tener una ruta tan bonita como esta 🙂

¡Aunque, a decir verdad, el mejor final sería que nos recogiera una txalupa de las que pasan por ahí e hiciéramos la vuelta por mar!

Faro del caballo - mar

Sea como fuere, por mar, tierra ¿o aire?, visitar el Faro del Caballo es una ruta obligatoria aquí en el Norte e insisto: a veces hay que alejarse para mirar las cosas con perspectiva y disfrutarlas más de cerca que nunca. Por tanto, la subida a la Cruz es un sí en Monte Buciero que por ahora, pocos parecen conocer.

¡Dicen que no hay dos sin tres, así que nos veremos pronto!

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