Gante o Brujas: el eterno debate

Brujas, Bélgica

¿Gante o Brujas? En más de una ocasión me han preguntado cuál prefiero. También he visto cómo se repetía esta duda a viajeros recién llegados de Bélgica e incluso hay programas de televisión o blogs donde analizan las similitudes y diferencias de una y otra para escoger cuál es más bonita.

No lo entiendo. Para mí,  Brujas, no tiene rival. Personas en cuyo criterio suelo confiar, me dicen que prefieren Gante: aseguran que es más bonita y que tiene muchas más opciones, lugares que visitar o restaurantes en los que cenar. Todo eso está muy bien, y no quiero que parezca que Gante no me gusta o no lo recomiendo. Para nada, creo que es un destino precioso y sin duda, una de las paradas obligatorias en un viaje por Bélgica o incluso, desde Holanda.

Sin embargo, Brujas tiene algo especial. En más de una ocasión, me habréis leído u oído lo siguiente, porque lo repito hasta la saciedad: la impresión que tenemos de un lugar y nuestras opiniones sobre el mismo, tienen mucho que ver con cómo nos hemos sentido allí, nuestra compañía, qué tal lo pasamos… No sé qué es lo que tiene Brujas, pero allí me siento particularmente bien.

Brujas, Bélgica

He estado en dos ocasiones (de momento), en ambas me lo he pasado en grande… aunque no más que en cualquier otro destino (o en el propio Gante). Por tanto, mi anterior teoría igual se rompe y Brujas es la excepción que confirma mi regla. Es cuestión de sensaciones, y a mí Brujas, me evoca a un cuento medieval de príncipes y princesas donde los carruajes circulan por adoquines entre callejuelas de cafés con encanto. Todo esto al son del violín de un músico callejero.

Lo sé, hay mil lugares con aspecto medieval y, es posible que mucho más bonitos que Brujas. Por cierto, qué horror eso de categorizar un destino entre bonito o feo, ¿no? como si lo único que influyera en nuestra opinión sobre un destino fuera su «foto de postal» y pasáramos por alto su gastronomía, gente, clima, olores… En fin, que me desvío y me pierdo entre palabrería. Voy a intentar describir cada una, para ver si así, consigo hacer partícipe al lector de las opiniones de una humilde servidora:

Segunda ciudad europea: Gante

Gante, Bélgica

Es posible que Gante sea uno de los rincones con más encanto, no sólo de Bélgica sino de toda Europa. (Por si acaso no ha quedado claro, no tengo nada en contra de Gante. Al contrario, pero lo mío es un amor platónico de esos irracionales). De hecho, hubo un tiempo en el que era la ciudad más importante de Europa por detrás de París.

Una ciudad universitaria (con más de 70.000 estudiantes) ya tiene de por sí, sus propias lindezas añadidas al llevar intrínseco en su ADN buen ambiente, gente joven y gran oferta de ocio (sobre todo en sus plazas). Parece que fue pensada para recorrerla a bici a través de sus canales. «Alejarse para acercarse» y tomar una buena perspectiva de la ciudad; esto es lo que podemos hacer desde el campanario Belfort, eje de toda la ciudad sobre el que gira la vida de los ganteses y uno de los campanarios más altos del mundo a sus 91 metros.

Sin embargo, el auténtico corazón de Gante está en los muelles de Graslei y Korenlei donde el estilo barroco deja testigo en sus casas gremiales. No he tenido la oportunidad, pero imagino que este es el lugar perfecto para tomarse un vino o una cerveza al atardecer mientras cae el sol y lo pinta todo con su color cálido. La foto de postal de la que hablábamos, también existe en Gante y encuentra el punto perfecto para el trípode en el Puente de San Miguel, desde donde podemos disfrutar de la ciudad por los cuatro puntos cardinales.

Gante, Bélgica

A modo de curiosidad, Gante recibe el nombre de Stroppendragers (cargan con la soga). Un apodo que viene de cuando Carlos I de España y V de Alemania (parece ser que no tenía muchos amigos en Bélgica), decidió ahorcar a muchos ciudadanos y hacer caminar a otros tantos con una soga al cuello como castigo por su negatividad a pagar impuestos. Desde entonces, cada mes de julio se realiza un homenaje a sus valientes antepasados repitiendo la marcha (por no hablar de las sogas colgadas por la ciudad).

Magia en estado puro. Bienvenidos a Brujas

Intentaré ser objetiva. Hablamos de una ciudad declarada Patrimonio Cultural por la UNESCO y que esconde arte en muchos de sus rincones. También, de la ciudad con el tambor más grande del mundo con sus 9 toneladas y con cambios de melodías cada dos años; está en la Torre de Belfort . (Sí, sé que esto puede resultar meramente anecdótico, pero también suma). Es más, la propia Gante tuvo envidia un día a su vecina Brujas y le robó el dragón de su Torre de Belfort como prueba de que habían conseguido entrar en la ciudad.

Brujas, Bélgica

La Venecia del Norte es mucho más que chocolate, canales y cerveza. ¡Por no hablar del romanticismo! ¿Os imagináis un paseo nocturno por sus callejuelas tras una cena a la luz de las velas?

Volvamos a lo de la objetividad. Su centro neurálgico es su gran plaza Grote Markt donde conviven alguno de sus edificios más impresionantes (la Basílica de la Santa Sangre, el Ayuntamiento y el Brugse Vrije). Aquí, es donde se respira una Brujas llena de ganas y con más vida que nunca: la actividad es incesante. Y, si por el día es interesante, por la noche se vuelve realmente impresionante gracias a la esmerada iluminación.

Aunque toda Brujas podría ser una postal en sí misma, encuentra su enclave más fotografiado en Rozenhoedkaai, el muelle del Rosario al que todos los viajeros acuden a por su foto del viaje. Tiene su propio «lago del amor» en Minnewater que conecta con uno de los 13 beguinajes protegidos de todo Flandes (comunidades religiosas). Todo esto, por no hacer mención a cada una de las casas de cuento que dan forma a la ciudad.

Brujas, Bélgica

En definitiva, creo que ha quedado bastante clara mi posición sobre si prefiero Gante o Brujas aunque, como siempre, recomendaré ir para ver, sentir, disfrutar y luego entonces, opinar 😉 ¡Buen viaje al corazón de Flandes!



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