Escapada en cuadrilla: casa rural, barranquismo y canoas en Cantabria

Marzo huele a chuletón, como julio lo hace a barbacoa. Y es que, si hay algo a lo que en mi cuadrilla somos fieles, es a los planes que nos generan anécdotas de las que seguir hablando los próximos meses. Por eso, en marzo jamás faltamos a la sagardotegi, una cita que mejora con el paso del tiempo, e igualmente, en julio es el turno de la escapada rural, este año a Cantabria.

La Barcenilla, nuestra base de operaciones

Cuando comenzamos a preparar esta escapada, planteamos los mismos requisitos: queremos una casa que esté alejada del pueblo para no molestar, independiente y sin vecinos, que tenga un txoko grande, a poder ser con piscina cerca y, que se pueda hacer alguna actividad de aventura cerca.

Bien, este año comenzamos a buscar la casa con casi dos meses de antelación y, sin embargo, no conseguimos encontrar ninguna con piscina que estuviera relativamente, cerca de Bilbao y que cumpliera con nuestros requisitos.

Así, entre escapadarural y toprural es como llegamos hasta La Barcenilla, la que sería nuestra base de operaciones. Se trata de una casa rural compuesta por cinco apartamentos, txoko y jardín con capacidad para 15 personas y 5 camas supletorias (sofá) según su descripción, y, dichos apartamentos, se pueden alquilar por separado o todos juntos, como en nuestro caso.

De los cinco apartamentos, tres tienen una habitación y dos, cuentan con un par en tanto que, todos los apartamentos están bien equipados y tienen todos los utensilios de cocina, toallas, sábanas… además, el sofá en el que en teoría era para una persona, resulta que al abrirlo era doble y que, además, tenía cama nido debajo, por lo que podría dar cobijo hasta a tres personas.

Uno de los apartamentos está en la planta baja, junto al txoko, lo que en nuestro caso no fue ningún inconveniente y de hecho nos vino genial tener la cocina tan cerquita, pero entiendo que si se alquilan los apartamentos por separado, para quien duerma en ese apartamento pueden molestarle los ruidos de los del txoko y, estos, necesitan bajar la comida de los apartamentos superiores.

Lo que más me gustó de la casa y esto es innegable, fueron sus vistas: podías ver amanecer desde la cama con todo el Valle de Soba despertando a tus pies entre la neblina, sin lugar a dudas, algo espectacular. Además, estábamos en plena naturaleza y de hecho, por vecinas tuvimos a unas vacas que, en absoluto nos molestaron pese a las advertencias del casero de que eso podría ocurrir. Por último, destacar también que está alejada de «la civilización»: pero completamente además. Es de esos lugares a los que sólo llegas si sabes que vas hacia allí, hay que desviarse y subir con el coche por un camino bastante largo y empinado.

Ya que siempre peco de ser excesivamente optimista en los post, voy a intentar mencionar también la parte negativa de todo lo que os cuente. En este caso, en la casa, echamos de menos un jardín, si bien es cierto que tiene una explanada bastante amplia delante y a los lados, y hay sitio de sobra para aparcar los coches, un jardín en el que poder correr o jugar al balón hubiera sido el punto clave para ponerle un 10 a la casa.

Rafael, el casero, fue muy agradable en todo momento y se adaptó perfectamente a nuestros horarios de llegada, no nos cobró fianza (lo que me sorprendió sabiendo que éramos un grupo de chavales) y no se asustó por cómo dejamos la casa (no se me malinterprete, no era una pocilga, pero tampoco brillaba el suelo). Incluso se ofreció él a bajar toda la basura. Tiene justo delante de la casa, una casita pequeña donde intuyo que deja material del trabajo, ya que se acercó allí tanto viernes como sábado.

El precio total de la casa por dos noches para 15 personas fue de 750€ + 10€ por noche y cama supletoria, en total 850€.

Escapada multiaventura: barranquismo y canoas

Como ya he adelantado, siempre que hacemos la escapada rural, nos gusta hacer una actividad que no hayamos hecho hasta entonces de multiaventura. En este caso, escogimos barranquismo y canoas y, para ello, a la empresa Alto Miera que realizan diferentes tipos de deportes del tipo por la zona.

El viernes, algunos del grupo, hicieron también con ellos Vía Ferrata, no puedo hablar porque no fui una de ellos pero sus sensaciones en general fueron muy buenas: a alguno se le quedó algo floja la experiencia, pero otros la disfrutaron como niños pequeños.

Y llegó el sábado, y con él, el barranquismo. Por suerte, el buen tiempo nos acompañó: tal vez, incluso demasiado a primera hora del día. Quedamos a las 9,30 cerca de la casa, y allí nos vinieron a recoger los tres guías que nos acompañarían todo el día. Trajeron todo el material, así que muy cerca del punto de inicio, nos pusimos los neoprenos, arneses y casco que nos repartieron, así como una mochila con agua y barritas energéticas.

Comenzamos a andar hacia el principio del barranco y las Cascadas del Chorretón desde la Calera del Prado. Estimo que sería una media hora en la que pasamos auténtico calor, entre el neopreno, la caminata y el sol que no quiso darnos tregua. Había llovido el día anterior, así que tuvimos que «superar» varios barrizales con alguna pérdida de calzado por el camino. Llegamos así al río y, lo primero que hicimos, fue llenar el casco de agua y refrescarnos agradeciendo a la naturaleza, que el agua estuviera bien fresquita 🙂

Pronto comenzamos el primer rápel de nuestra ruta, en este caso algo pequeño pero más que necesario al ser el primero para todos nosotros. De ahí, continuamos hacia un tobogán, al que siguió un salto de unos dos metros y otro tobogán de siete. Continuamos por un rápel de esos que, a simple vista, «dan sustito» por su altura, pero que, en mi opinión, lo que impresiona es sólo el principio. A medida que lo vas haciendo, te vas sintiendo más cómodo y seguro de ti mismo y lo haces sin complicación, además de que, enseguida, te piden ponerte de rodillas un tramo porque resbala y, ya el siguiente, dejarte caer. Para terminar, un último rápel pone el broche final a la aventura mañanera.

En total, así contado parece poco pero tardamos unas cinco horas en hacer todo el recorrido. Hay que tener en cuenta que éramos un grupo muy grande, de 20 personas nada menos, y esto tiene su parte divertida al ir con amigos y ver la destreza de cada uno fuera de su zona de confort, pero creo que puede llegar a hacerse pesado al final, entre que esperas turno y miras cómo los demás se tiran.

No soy de esas personas bendecidas con el don ese que tienen quienes todo se les da bien, pero creo que hice el recorrido entero sin mayor dificultad, por lo que lo recomiendo sin duda para cualquier persona que no sea ni miedosa ni tenga vértigo. Es perfectamente asumible. Y, de lo que más me alegro y enorgullezco, es volver sin lesionados de esta actividad más allá de ortigas o raspones, esto sí que es toda una hazaña.

En cuanto a la ropa, nosotros fuimos con traje de baño y un calzado «que se moja». Es decir, no se trata de escarpines para andar por el río, sino que tiene que tener una suela gorda para poder andar bien, pero hay que tener en cuenta que va a estar bajo el agua casi todo el tiempo, así que recomendaría llevar una a la que no se le tenga mucho cariño.

Por poner un punto negativo a la actividad, además del tremendo calor que pasamos de camino y que es algo que no se puede evitar, algunos de los neoprenos eran a estrenar y, todos los que lo utilizaron, tuvieron una pequeña reacción en la piel. Nada grave y simplemente les picaba y molestaba algo y al día siguiente se les pasó.

Momento canoas

Tras terminar la actividad y cambiarnos en el punto de partida, fuimos a Limpias donde comimos y desde donde comenzamos la segunda actividad: canoas.

En esta parte no me enrollaré demasiado porque, en nuestro caso, somos casi expertos: es la actividad que nunca nos falla en la escapada rural y no porque nos encante, sino porque es muy económica como segunda actividad.

Anduvimos unas dos horas por la ría de Limpias y, pasado el primer tramo de marismas donde el agua estaba algo más sucia, pronto llegamos a una zona donde estuvimos bañándonos la mar de a gusto rodeados de un precioso paisaje. En este caso, optamos por ir en traje de baño y escarpines.

En total, tanto barranquismo como canoas nos costó 45€ por persona y, son dos actividades que sin lugar a dudas recomendaría, la primera por probar algo nuevo y la segunda porque nunca está de más. Eso sí, creo que con un grupo más pequeño en barranquismo, lo hubiéramos disfrutado todavía más. Algo imposible en esta cuadrilla en la que, por suerte, no paramos de crecer, ¿qué nos deparará julio el año que viene?

Domingos de ibuprofeno y mundial

El casero nos avisó que iba a venir a limpiar la casa sobre las 13:00 porque se instalaba una familia, por lo que optamos por ir a comer a Sonabia, concretamente a la Parrilla Las Encinas.  El lugar tiene unas vistas preciosas de la playa pero, me temo que tengo que darle una valoración negativa. Había bastante gente, pero creo que no tanta como tardar todo lo que tardaron en atendernos e incluso, para hacernos caso… la comida además estaba bastante salada y las cantidades eran poco generosas. Tal vez fue un mal día o les pudo la cantidad de gente, pero en esta ocasión, no puedo recomendar Las Encinas 🙁

Por la tarde, el plan estaba más que definido antes incluso de plantearnos qué hacer: era la final del mundial, una cita ineludible y a la que no podíamos faltar (íbamos con Croacia, claro está). Escogimos verlo en el Café Bar La Cuca, en Islares, donde de nuevo, aplaudiré las vistas que tenía pero donde salí con un par de dudas bastante grandes: ¿cómo pueden no llevar la cuenta de lo que han tomado 23 personas? Tuvimos que recordar todo lo que habíamos tomado y, menos mal, que somos gente honesta… podíamos habérsela colado como hubiéramos querido. Y, lo más importante, ¿a quién se le ocurre poner la TV detrás de la barra? Fue bastante desesperante ver la final de un mundial con personas que todo el tiempo se te ponen delante e impiden ver (ojo, no es su culpa, no tienen otra para poder ir a pedir…).

Y así, sin darnos apenas cuenta, este plan del que llevábamos semanas hablando, se ha pasado dejándonos un muy buen sabor de boca y unas enormes ganas de que llegue el julio que viene para poder repetirlo. O tal vez antes, quién sabe.

Lo que sí tengo claro, es que da igual la casa que escojamos o si decidimos hacer ráfting o barranquismo, lo que hace que este fin de semana sea uno de mis favoritos del año, es la compañía, ese grupo de personas que hace de cualquier momento, una experiencia inolvidable. ¡Gracias familia! #FelicesLos23 🙂

(*) Posdata: desde Alto Miera nos tienen que enviar fotos y vídeos que grabaron durante las actividades así que, en cuanto los tenga, los añadiré al post y sustituiré 🙂

 

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